lunes, 15 de noviembre de 2010

PC portátil.

Muchas cosas de la tecnología me gustan. Corrijo: muchas cosas de la tecnología INNECESARIAS PARA MI VIDA me gustan. De ahí a que esté dispuesta a pagarlas, es otra cosa.

Siempre me gustaron las laptops, notebooks o como quiera que se llamen. A pesar de sus teclados comprimidos y de sus mouses táctiles y cienciaficcioneros, me parece divertido (si si, "divertido") poder abrir archivos de tu computadora en cualquier lado. Es un concepto medio ganso, pero lo tengo desde los 10 años, cuando mi mamá se compró una y me la prestaba para escribir boludeces en el word y jugar jueguitos.

A pesar de mi aprecio por estos objetos y de que la mayoría de los profesionales e incluso estudiantes de mi carrera tienen una (estudio diseño gráfico, por si no sabían), me dije que hasta que verdaderamente la necesitara, no iba a comprarme una. Es mucho dinero para algo que no sé para qué voy a usar. De más está aclarar que dinero para una notebook no tengo, pero como dice el amigo Kevin, "Soñar no cuesta nada".

Pero hoy, por una situación de lo más pava, me hubiese gustado tener una. Las últimas tres noches, a la hora de dormir ya envuelta en el acolchado y control remoto en la mano, me agarró la inspiración de cosas para escribir y me dije que qué bueno, que al fin iba a poder escribir algo en el blog que tenía abandonado. El problema es que escribir en papel, cuando tengo esos arranques de "inspiración" (es muy cursi llamarlo así, pero no se me ocurre otra manera) me lleva más tiempo y la mano va muy lenta con respecto al pensamiento. Y la verdad es que, levantarme, prender la computadora y sentarme a escribir, no era un panorama muy favorable para mis ánimos.

Así que no escribí.

Recién me acabo de sentar acá y me encontré sin poder largar ninguna de las ideas que había tenido. Y me dio bronca. Y caí en la estupidez de decir: "Si tuviera una portátil...". Pero la realidad, ahora a la finalización de este post, me encuentro escribiendo. Por lo tanto seguiré a la espera de esa ficticia necesidad de uno de esos adminículos, aunque sus preciosas cubiertas estampadas me guiñen los ojos desde las vidrieras y los catálogos.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Este clima de locos

Ayer me cagué de calor... Hoy está bastante fresco... ¿Qué se supone que es esto?


(Si, realmente estoy escribiendo por escribir algo...)

martes, 2 de noviembre de 2010

El primer asado

Aunque usted no lo crea, pobreaburrida ha hecho su primer asado. Es verdad, no lo hizo sola. Es verdad, usó alcohol para prender el fuego. Es verdad, con mi co-asadora creíamos que estaba todo hecho, hasta que vino la tercera a cortar el vacío para darnos cuenta que estaba crudo.

Pero qué va. Se comió, salió rico.

Y si el asado no va, los morrones a la parrilla me salen fantásticos.

viernes, 22 de octubre de 2010

Señora...

Entiendo ciertos formalismos. No estoy de acuerdo, no los comparto, pero digamos que en cierta forma los soporto. Hay ciertas cosas que una no va a cambiar. Saludar a cuanta madre conozcamos en el día de la madre es un formalismo que no comparto, pero lo soporto. El día de la madre es para festejar a la madre propia y, en algunos casos, también a las abuelas. Tías... Puedo llegar a mandar un mensaje. Pero hasta ahí. Hay que cumplir el formalismo, pero tampoco caer en el vicio.

Llamar para pedir algo por teléfono, me crispa un poco los nervios. No porque me moleste pedir cosas por teléfono, no porque me alteren los malos entendidos de pedidos sino por la pequeña comezón del cierre de la conversación a la voz de: "Muchas gracias señora, ya se lo envíamos".

Señora. Señora. Veintitrés años y ya soy "señora". Entiendo y acepto este trato por teléfono, reconozco que el vendedor no me está viendo la cara y que mi voz puede sonar mucho más grave que la mayoría de las veintitantas que hay dando vueltas.

Ahora, que una gila de Burguer King, que claramente tiene seis años más que yo, me entregue mi pedido y me diga "Acá tiene, que lo disfrute", cuando claramente me está viendo en la puerta de mi casa, en musculosa, pantalón de pijama rosa con lechuzas, y claramente puede advertir que NO soy una señora, me indigna.

Señora las pelotas. Señora decile a la amiga de tu mamá cuando la saludes para el día de la madre.

lunes, 4 de octubre de 2010

Me molesta...

...la gente que dice "Setiembre". No, no y no. SePtiembre, por favor, pronuncien la P.

El caso opuesto es la gente que dice psicoanálisis pronunciando la P. Seguro que son los mismos que dicen "setiembre"...

Por favor: cambien la P de palabra. Pobreaburrida se los agradece.

martes, 28 de septiembre de 2010

Como no sé qué escribir...

... pongo algo que escribí hace ya... Siete u ocho años. Delirios adolescentes, pequeños relatos, pequeñas imágenes... Es lo que hay.

Me encontraste en 9 y 45. Yo caminaba aburrida como suelo hacer los lunes, porque nunca tengo nada que hacer. Hacía frío y yo llevaba mi saco negro. Ese que yo adoro. Andaba despreocupada cuando de repente te detuviste frente a mí y me agarraste del brazo para apartarme a un costado. Y empezaste a hablar. Empezaste a hablar las palabras más dulces que nunca había escuchado. Me pediste perdón. Me dijiste que yo ya sabía cómo eras cuando te levantabas demasiado temprano. Quise hablar pero no me dejaste. Explicaste que necesitabas hablar, que necesitabas decirme demasiadas cosas. Me dijiste que planeabas llamarme por teléfono esa noche pero que ahora que me habías encontrado habías decidido decírmelo en la cara. ¡Si sólo me hubieras dejado hablar en algún momento, las cosas para vos hubieran sido mucho más simples! Pero no, seguiste hablando sin darte cuenta que yo tenía algo urgente por decirte. Me dijiste que no habías querido tratarme así de mal. Te justificaste diciendo que te dolía la cabeza, que habías tenido un mal día. Seguiste así y no me dejabas hablar. Te tenía que decir algo muy importante. Hablaste otros veinte minutos en los cuáles yo no sabía qué cuernos hacer hasta que de repente se me dio la oportunidad cuando me preguntaste “¿Me entendés?”. Y yo, poniendo la mejor cara te dije lo que vos no me dejabas decirte por tu desesperación: “Te entiendo, pero... Flaco, nosotros no nos conocemos”.

jueves, 16 de septiembre de 2010

¿Y de qué escribo?

La verdad es que no estuve entrando... Porque no se me ocurre qué escribir. No se me ocurren episodios graciosos, ni una reseña sobre mi viaje a Tandil... Lo único que puedo contar por ahora es que leí "Crepúsculo", el libro de los vampiros adolescentes. No es una joya literaria, lo admito, pero me lo leí en poquísimos días como una vampiresa sedienta y en tres días me ví las tres películas... Lo que puede hacer un best seller, pobreaburrida se los demuestra.

viernes, 3 de septiembre de 2010

En las sierras...

No creo que vaya a escribir mucho estos días... Estoy en Tandil con mis madres, descansando y de pequeño retiro espiritual...

Tanta belleza...

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Cumpleaños


¡Y ni un puto descuento!

martes, 31 de agosto de 2010

Vísperas.

Estoy a la espera de la llegada de mi cumpleaños número veintitrés. Sí sí, soy una nena, prácticamente todo el mundo me lo dice, pero básicamente porque no luzco como una "nena" de veintitrés, sino de bastante más. Igual, si soy sincera, no relaciono eso con algo negativo, no me parece que este destruida. La edad no es algo tan terrible como la mayoría piensa.

El año pasado, si no me equivoco el mismo día que hoy, hice un post alusivo a mis cumpleaños (es éste). Lo acabo de releer y reafirmo mi decisión de festejo de cumpleaños: no lo voy a festejar.

Hoy vienen unos compañeros de la facultad a cenar, sólo porque miamiga Carola me hinchó las pelotas para que hagamos al menos una pequeña celebración. Mañana, quien quiera pasar a darme un beso y tomar unos mates, está bienvenido, pero no crean que voy a hacer mucha parafernalia. A las siete de la tarde me subo a un micro rumbo a Tandil a festejar mi cumpleaños (y el de una de mis madres) con mis madres. Este año he decidido regalarme unas pequeñas vacaciones improvisadas.

Qué relajo...

jueves, 26 de agosto de 2010

Despertador.

Cuando descubrí que en los celulares una podía cambiarle el nombre a cada alarma que ponía, me divertí mucho. Comencé a inventarme frases para despertarme a la mañana, "¡Buen día!" "Good morning sunshine" etc.

Ayer a la noche, cuando fue a setear el despertador del celular, me quede mirando. Desde que lo compré, nunca le puse mensaje al despertador y la palabra ALARMA no era muy simpática que digamos. Pensé casi nada y, casi impulsivamente, puse: "Buen día hermosa!".

Al principio me dije que era una tonta, que era una de las cosas más bobas que había hecho. Buen día hermosa... Buen día hermosa... A medida que lo fui repitiendo para adentro, me fui sintiendo más tibia, como si alguien me estuviese abrazando.

Y ahí me di cuenta: la que me abrazaba era yo. Estas son las pequeñas cosas con las que demostramos que nos queremos, que nos cuidamos y que nos valoramos. Lamentablemente, tendemos a reírnos de estas cosas, e incluso a no realizarlas jamás.

"Buen día hermosa!"

martes, 24 de agosto de 2010

Días hermosos...

Lo días tan bellos y templados como hoy me producen dos efectos. Uno: como me hace acordar a las vacaciones de verano, me siento relajada y libre. Dos: como me hace acordar a las vacaciones de verano, supongo que no hay facultad y me atraso en los trabajos.

No me importa.

C'est la vie!

¡Feliz día hermoso para todos!

lunes, 23 de agosto de 2010

¡Grande Willy!

"Después de algún tiempo aprenderás la diferencia entre dar la mano y socorrer a un alma, y aprenderás que amar no significa apoyarse, y que compañía no siempre significa seguridad.

Comenzarás a aprender que los besos no son contratos, ni regalos, ni promesas... Comenzarás a aceptar tus derrotas con la cabeza erguida y la mirada al frente, con la gracia de un niño y no con la tristeza de un adulto y aprenderás a construir hoy todos tus caminos, porque el terreno de mañana es incierto para los proyectos y el futuro tiene la costumbre de caer en el vacío.

Después de un tiempo aprenderás que el sol quema si te expones demasiado...

Aceptarás incluso que las personas buenas podrían herirte alguna vez y necesitarás perdonarlas...

Aprenderás que hablar puede aliviar los dolores del alma... Descubrirás que lleva años construir confianza y apenas unos segundos destruirla y que tu también podrás hacer cosas de las que te arrepentirás el resto de la vida.

Aprenderás que las nuevas amistades continúan creciendo a pesar de las distancias, y que no importa qué es lo que tienes, sino a quién tienes en la vida, y que los buenos amigos son la familia que nos permitimos elegir.

Aprenderás que no tenemos que cambiar de amigos, si estamos dispuestos a aceptar que los amigos cambian.

Te darás cuenta que puedes pasar buenos momentos con tu mejor amigo haciendo cualquier cosa o simplemente nada, sólo por el placer de disfrutar su compañía.

Descubrirás que muchas veces tomas a la ligera a las personas que más te importan y por eso siempre debemos decir a esas personas que las amamos, porque nunca estaremos seguros de cuando será la ultima vez que las veamos.

Aprenderás que las circunstancias y el ambiente que nos rodean tienen influencia sobre nosotros, pero nosotros somos los únicos responsables de lo que hacemos.

Comenzarás a aprender que no nos debemos comparar con los demás, salvo cuando queramos imitarlos para mejorar.

Descubrirás que se lleva mucho tiempo para llegar a ser la persona que quieres ser, y que el tiempo es corto.

Aprenderás que no importa a dónde llegaste, sino a dónde te diriges y si no lo sabes cualquier lugar sirve...

Aprenderás que si no controlas tus actos ellos te controlarán y que ser flexible no significa ser débil o no tener personalidad, porque no importa cuán delicada y frágil sea una situación: siempre existen dos lados.

Aprenderás que héroes son las personas que hicieron lo que era necesario, enfrentando las consecuencias... Aprenderás que la paciencia requiere mucha práctica.

Descubrirás que algunas veces, la persona que esperas que te patee cuando te caes, tal vez sea una de las pocas que te ayuden a levantarte.

Madurar tiene más que ver con lo que has aprendido de las experiencias, que con los años vividos.

Aprenderás que hay mucho más de tus padres en ti de lo que supones.

Aprenderás que nunca se debe decir a un niño que sus sueños son tonterías, porque pocas cosas son tan humillantes y sería una tragedia si lo creyese porque le estarás quitando la esperanza.

Aprenderás que cuando sientes rabia, tienes derecho a tenerla, pero eso no te da el derecho de ser cruel.

Descubrirás que sólo porque alguien no te ama de la forma que quieres, no significa que no te ame con todo lo que puede, porque hay personas que nos aman, pero que no saben como demostrarlo...

No siempre es suficiente ser perdonado por alguien, algunas veces tendrás que aprender a perdonarte a ti mismo.

Aprenderás que con la misma severidad con que juzgas, también serás juzgado y en algún momento condenado.

Aprenderás que no importa en cuantos pedazos tu corazón se partió, el mundo no se detiene para que lo arregles.

Aprenderás que el tiempo no es algo que pueda volver hacia atrás, por lo tanto, debes cultivar tu propio jardín y decorar tu alma, en vez de esperar que alguien te traiga flores.

Entonces y sólo entonces sabrás realmente lo que puedes soportar; que eres fuerte y que podrás ir mucho más lejos de lo que pensabas cuando creías que no se podía más. Es que realmente la vida vale cuando tienes el valor de enfrentarla."

William Shakespeare

jueves, 19 de agosto de 2010

Llegó el jueves...

Tengo todos mis horarios acomodados de manera tal que, excluyendo cambios improvisados del trabajo, mi fin de semana empieza el jueves a las ocho de la noche y termina el lunes antes de irme a dormir. Ustedes dirán "no entiendo de qué te quejás". Aclaro: no me quejo.

Lo primero que tienen que entender es que nunca, pero NUNCA, fui muchacha de pocas actividades. Desde pequeña me vi involucrada en actividades extra escolares, principalmente artísticas y muy pocas de índole "física". Incluso el año pasado, en el que cursé sólo una materia de la facultad, me las arreglé para atiborrar mi grilla horaria de manera tal que el tiempo libre era poco.

Este año decidí que, sin importar la cantidad de actividades que iba a realizar, todas iban a ocupar no más de cuatro días de la semana. Logré hacerlo en tres. En el acotado período entre el martes y el jueves logré ubicar:

Taller 3 (facultad) - dos clases semanales de tres horas cada una.
Tecnología 3 (facultad) - teórico y práctico en cuatro horas semanales.
Trabajo (acotadísimo) - siete horas semanales (mínimo, aunque poco usual).
Teatro (es un placer pero ocupa tiempo) - una clase semanal, tres a cuatro horas.
Danzas (otro placer) - dos clases, de una hora y media cada una.

A todo esto hay que sumarle el tiempo de reunión para trabajos prácticos: prácticamente hago malabares para intentar encastrarlos dentro de estos tres días, ya que por nada del mundo quiero ocupar mis días de fin de semana extra, ni hablar en el fin de semana per sei. Aclaro que tampoco es que me rasco el higo lunes y viernes, los aprovecho para realizar trabajos de diseño freelance, salir a comprar las cosas para arreglar mi casa, limpiar, lavar ropa, aprender textos para teatro, etc.

Esta semana sufrió todos los coletazos de la semana anterior, catastrófica por ser la "vuelta al cole" después de unas vacaciones relajadísimas puerta adentro. Caos en el trabajo, nuevos prácticos bien pesados y los dolores musculares, que una pensaba que luego de un mes y medio de clases de danzas iban a pasar. Para que comprendan, creo que si saco un promedio del lunes a la noche al jueves a la mañana, dormí cuatro horas y media por día, cosa nada buena en mi persona, que necesito al menos seis para saludarte con una sonrisa.

Pero hoy llegó el jueves y nada importa más. Hay sol, hay buena temperatura y, lo mejor de todo, me las arreglé para no atrasarme en mis tareas, para llegar limpia al jueves a la noche. Si hoy, a las ocho de la noche, sienten un cosquilleo detrás de las orejas, soy yo que desde mi casa estoy gritando bien fuerte: ¡FELIZ FIN DE SEMANA!

martes, 17 de agosto de 2010

Aguitaaaaaaaaa...

El día domingo, volvía a mi casa muy tranquila, a las 12 de la noche junto a una amiga, cuando me di cuenta que una sorpresa me esperaba en el pasillo de mi piso: una pequeña inundación. El agua venía desde el 7moC, a borbotones, para perderse lentamente en el primer hueco del ascensor. Toqué timbre, pero nadie contestó. Si soy sincera, no hice nada al respecto.

Dos horas después, más o menos, mi amiga dispuso su partida. Al salir al pasillo, las cosas seguían igual de mojadas, sólo que ahora aparecían vecinos molestos por el agua que, como una pasajera del ascensor, se instauraba en cada piso esperando ser bienvenida. El ascensor en cuestión consistía en un cubículo con una pequeña cascada incluida: nadie se animó a tomarlo. Mi amiga bajó por el otro ascensor, que parecía estar andando bien, aunque le pedí que me avisara cuando llegaba a la casa, aunque lo que me interesaba en realidad era saber si había llegado a la vereda. En este momento, tampoco hice mucho al respecto de mi pasillo inundado aunque esta vez puse diarios para evitar la llegada del agua a mi departamento y, más importante aún, al ascensor seco.

Ayer, feriado, me desperté más o menos a las 11, me hice un mate y me puse a leer un poco en la cama, muy tranquila. Tenía que ordenar la casa porque venían unas compañeras a hacer un práctico, pero tenía tiempo de sobra. Empecé a oír voces en el pasillo por lo que, cual vieja chusma, salí a mirar que pasaba. Estaban ahí el encargado del edificio, el propietario del departamento (la inquilina nunca supimos dónde estaba), un cerrajero y un vecino colaborador pero bastante metido. Había sucedido lo obvio: entraron a la fuerza y cerraron la llave de paso del agua. Con la puerta abierta pude ver que toda la casa tenía al menos cinco centímetros de agua. La verdad es que me dio un poco de pena.

Mientras limpiaba a trapo y balde el pasillo para dejarlo un poco seco (con la puerta de mi departamento bien abierta, escuchando música) vi al propietario, un chico común un poco más grande que yo, que lo único que quería hacer era cortarse los testículos ya que siendo un lunes feriado estaba fregándole el piso a una chica que no había cumplido con la regla del edificio de dejar un contacto que tenga la llave en caso de ausentarse más de cuarenta y ocho horas.

No sé si fue la comprensión hacia el pobre pibe, o hacia la chica cuyos muebles estaban empapados, o al ver que el muchacho no era muy hábil con el secador, pero amablemente le dije ¿Te ayudo? y me puse yo también a trapear en casa ajena.

Podemos decir que fui solidaria y muy amable y todo sería fantástico. Pero la verdad es que lo hice porque antes no había hecho nada para solucionarlo y sin embargo nada me había pasado. Fue una forma, quizás un poco exagerada, de decir "Gracias por no dejar que el agua pase el primer ascensor".

Hace diez minutos escuché a mi vecina salir del departamento. Pero no dije nada, de hecho tipeé despacito para que no me escuchara y viniera a preguntarme algo. Yo ayudo, no hay problema, pero nunca se sabe cómo pueden llegar a pegar estas noticias...

sábado, 14 de agosto de 2010

De esos días...

... en que me cuesta mucho despertarme. Creo que la ducha va a ser quien defina todo.

miércoles, 11 de agosto de 2010

¡MALHUMOR!

Me pone de muy mal humor quedarme dormida como lo hice hoy. Realmente me mata... ¿Pero saben qué? No voy a dejar que me arruine el día.

Al infinito... ¡Y más allá!

lunes, 9 de agosto de 2010

Compartiendo nuevamente...

Fantástica película (o al menos a mi me gustó muuuucho)

viernes, 6 de agosto de 2010

Un día radical.

El día de ayer fue... Atareado. No tanto por la cantidad de cosas que hice sino por la poca cantidad de tiempo que tuve entre cada una de ellas. Digo poco por no decir nada de tiempo.

Arranqué luchando contra el despertador desde las seis de la mañana, adelantando la musiquita de a cada diez minutos para retrasar lo más posible mi levantada. Finalmente, siete menos cinco, me levanté para preparame un café, lavarme la cara y los dientes y abrirle la puerta al gasista a las siete y cuarto, que venía a arreglarme el calefón. El señor parecía estar completamente despierto e insistía en entablar una conversación conmigo. Me limité a escucharlo, taza en mano, pijama con lechuzas puesto, asintiendo o negando con la cabeza.

A las once de la mañana llegué a la facultad, tuvimos una charla con un periodista porque nuestro próximo práctico es diseñar un diario. Eso estuvo bien. De ahí me fui directo al trabajo. Ahí todo estuvo tranquilo, exceptuando que a las cuatro y media vino el chico de la casa de computadoras a arreglar por decimonovena vez el servidor, cosa que interrumpió y dejó inconclusos todos nuestros trabajos. Velozmente me puse las calzas (si si, CALZAS) y las remeras y me fui a la clase de danzas que, si bien estuvo bastante exigente físicamente, me divirtió cantidad.

Pero al volver caminando a mi casa a las ocho de la noche, una sorpresa me esperaba en la puerta de mi casa. Ruido de bombos, escenario, micrófono y algún que otro petardo. Y, por sobre todas las cosas, la marcha radical.

Aclaro de antemano que no tengo nada contra ningún partido político, basicamente porque no tengo mucho interés en política en general. Si este acto hubiese estado a cargo de los peronistas o del partido ecológico, estaría escribiendo lo mismo.

Vivo al lado de la sede de la Unión Cívica Radical. Mientras pedía permiso para poner la llave en la reja de entrada al edificio recordé que habían dejado unos papeles en todas las casas de la cuadra informando sobre este acto. Lo había olvidado por completo. En el momento en que estaba llegando a la puerta, comenzó a sonar el himno nacional. Me sentí completamente desorientada.

Los discursos se sucedieron uno detrás del otro, vociferados frente al micrófono y amplificados de tal manera que parecía como si el mismísimo Ricardo Alfonsín estuviese dándolo desde mi balcón o, incluso peor, desde mi propio living.

A las diez de la noche terminó el acto pero los ruidos del desarme del escenario continuaron hasta las doce. Una vez que terminó todo y pude envolverme en el silencio de mi cama intenté dormirme, pero los bombos de la marcha radical continuaron resonando en mi cabeza hasta alrededor de la una y media de la mañana.

¡Disfrútenla!

miércoles, 4 de agosto de 2010

Princecitas macabras.

Soy una persona asidua a mirar realities de diversos tipos, no tanto del estilo de Gran Hermano, pero sí más del estilo de America's Best Dance Crew, America's Next Top model, Shear Genius, Project Runway, etc. También suelo engancharme con esas versiones bizarras de realities tales como la Superniñera, el que cambian a los adolescentes de casa, etc. Pero nunca había visto algo así.

Lamentablemente no puedo encontrar el nombre del programa ni en qué canal lo vi, pero se trata de un programa sobre nenas y nenes que participan en concursos de belleza infantiles.

Es realmente... Lamentable. Primero y principal, los jueces y organizadores de esos concursos creen que están haciendo un bien a la humanidad y creen que hacer que nenas y nenes de 2 años hagan poses sexys es genial. Curiosamente, creo que de todos estos eventos, son los personajes menos dañinos.

Los padres, mejor dicho, las madres y abuelas (porque hay que reconocer que la mayoría de las veces los padres acompañan con un poco de resignación) son una raza aparte. Quitando de lado a nenas más grandes, digamos de 8 y 9 años que REALMENTE (sí sí, REALMENTE) quieren realizarlo, me da asco ver como muchas veces obligan a las nenas a ponerse esos vestidos horrendos. Maquillar a una nena de tres años ya de por sí me parece un poco bizarro, pero recuerdo también que cuando era chica me gustaba maquillarme con las cosas de mi mamá, así que no sería tan grave, muchas lo hemos hecho y algunos varones también. Pero me parece desagradable, repito, DESAGRADABLE, rociar o untar a la criatura con autobronceantes, DEPILAR a la criatura (que no debe tener más que una pequeña pelusita en las piernas) y el hecho de colocarle uñas esculpidas o postizas a un ser que ni siquiera sabe atarse los cordones me parece una paparruchada.

Tratando de encontrar el programa o el canal que lo emitía me encontré con muchas opiniones que ya pueden imaginarse: que es una barbaridad, que forjan la mente de las nenas de una manera perversa que desfiguran la belleza natural y que, lamentablemente, quitan la diversión de ser niño a tan corta edad. Estoy muy de acuerdo con la gran mayoría de esas opiniones.

Pero hay algo que me da miedo, mucho miedo. Más que los jueces inútiles, más que las obsesivas madres... Existen niñas de no más de cuatro años, que EXIGEN la manicura, que no van a ir al concurso a menos que se pongan el vestido que ellas quieren, que gritan a sus madres que ellas son feas, que se creen realmente que son las pequeñas reinas de ese bizarro y siniestro mundo de fantasía y dan órdenes mediante las más crudas rabietas que haya visto.

¿Qué es todo esto? ¿A qué punto estamos queriendo llegar?

viernes, 30 de julio de 2010

Pobreaburrida reportándose.

Informe del receso invernal

1) Pasé MUCHÍSIMO tiempo sola. Y también muchísimo tiempo en mi casa. ¿Eso está bien? Mmmm... Creo que sí.

2) Empecé clases de danza contemporánea. Me duele TODO el cuerpo, pero tenía tantas ganas de bailar...

3) Me dediqué un poco a mi casa: compré unos almohadones y un velador para la pieza (aunque todavía duerma en un colchón en el piso... Larga historia), fui al supermercado, puse unas lámparas (de papel) para tapar un poco los cables y encargué el piso para sacar la alfombra mugrosa de la pieza. De los 10 colores de piso flotante es el único que no tenían en el lugar de pisos y que se pedía por encargo. Pero no importa. Ya va a llegar.

4) Tejí dos bufandas: una para mi mamá y una para mí. Es verdad, después me volé con la lana que me sobró haciendo guirnaldas bizarras al crochet... Pero para mí que van a servir para algo.

5) Lavé MUCHAS tandas de ropa. Cabe aclarar que mi lavarropas está un poco viejito y si pongo a lavar un jean no puedo poner más que 6 o 7 pares de medias.

6) Recibí dos sorpresas de dos ramas diferentes de mi familia: una buena y una... Bueno, no tan buena. Pero no importa, yo creo que va a estar todo bien.

7) Me conocí un poco más... Y estuvo bueno.

Conclusión: sumando todo lo mencionado a otros factores no mencionados, Pobreaburrida puede decir que ha sido un receso placentero, en promedio tranquilo, tan agradable como estar echada en el living mirando una película coreana un sábado al mediodía.

Ah, post data: mi gata (cada día más loca) encontró una nueva cucha, un placarcito al final del pasillo, sobre un bolso de viaje... Ya tiene acuchado el sillón, debajo del cubo de madera que sostiene el televisor y una cuevita que queda entre una pared y una tabla de madera... Es rara.

lunes, 19 de julio de 2010

Sorpresas.

Mucha, pero mucha, pero MUCHA gente de mi pasado está volviendo a mi vida de maneras muy agradables... Estoy sorprendida. Ya veré qué puedo contar...

(Hace mucho que no escribo algo... Pobreaburridense. Yo creo que va a aparecer cuando tenga que aparecer.)

jueves, 15 de julio de 2010

Prestado

A la voz de "Felicitaciones Argentina", de la mano de http://malaimagen.blogspot.com/
Muy contenta.

jueves, 1 de julio de 2010

7:34

Yo pensaba... Por ahí no era necesario hacer este esquicio tan temprano... La jornada va a durar seis horas... Es demasiado tiempo. Vamos a morir todos del aburrimiento...

7:36 de la mañana. No escribo más. Si no me apuro voy a llegar tarde... Y la verdad es, que a esta hora, no estoy dispuesta a andar a las corridas.

miércoles, 23 de junio de 2010

De barrios y pantuflas.

Siempre viví en casas que tenían, una cuadra a la redonda, todo lo que urgentemente puedo llegar a necesitar. Cuando vivía con mi mamá, tenía, a menos de una cuadra, dos kioscos, una farmacia, una verdulería, una pizzería, un locutorio con cyber y, como si fuera poco, un hospital. Cuando me mudé sola por primera vez, es decir, fuera de la casa de mi madre, tenía a la misma distancia, un minimercado, dos kioscos, dos verdulerías, una carnicería, una farmacia, una veterinaria, una relojería y un locutorio con cyber y kiosco.

Otro punto a mencionar para el desarrollo de esta entrada es que, si estoy en mi casa, paso el 80% del tiempo en pijama. Sí, no importa qué es lo que esté haciendo, es una costumbre adoptada de mi época del colegio: volvía de la escuela y, al menos, me cambiaba el jean del uniforme por los pantalones del pijama. Ni hablar si me despertaba y sabía que no tenía que salir más... En esa ocasión, el pijama es lo único que mi cuerpo adormecido identificaba como ropa.

Teniendo en cuenta todo lo anterior, podrán ustedes deducir la cantidad de veces que, juntando el tiempo que estoy en pijama y la cercanía de las necesidades básicas, he salido a la calle en pantuflas y pantalón pijamesco, pseudo-tapado por la campera en casos de frío.

Ahora vivo en pleno centro de la ciudad. Pleno centro. Tengo todo a mi alcance. Salir a comprar un atado de puchos significa encontrarme con los oficinistas apurados para llegar al trabajo, con los adolescentes hormonados histeriqueándose sin ton ni son, con las señoras hechas y derechas que le compran un calzoncillo de Kevingston a su hijo varón. Todos creerían que mi hábito de salir en pijama a la calle iba a menguar. Pero no.

Hoy me desperté a las 9 de la mañana. Me lavé la cara, me lavé los dientes, me puse el pantalón del pijama, las pantuflas y la campera y salí a comprar unas facturas para el desayuno. Es cierto, la panadería está a media cuadra, pero con el tránsito de gente que hay en esta zona, equivale a caminar 15 cuadras con esa vestimenta en un barrio común.

No pudo importarme menos. Sí, vivo en pleno centro de la ciudad. Pero no deja de ser un barrio, el barrio en donde vivo, el barrio donde está mi casa. Y ningún oficinista, ningún adolescente ni ninguna señora con bolsita de Kevingston va a hacerme dejar de ser quien soy: lisa y llanamente una pancha despreocupada.

sábado, 19 de junio de 2010

Hoja en blanco...

Mi casa está vacía. Vacía vacía, vacía de objetos. Mi living es una gran habitación vacía, con mi biblioteca, mi maniquí y mi computadora. Podría ponerme triste y decir que no tengo nada. Pero no puedo dejar de ver la luz hermosa que entra por el ventanal y las paredes y los pisos blancos. Tengo todo... Tengo todo por delante.

jueves, 17 de junio de 2010

Si.

Lo cambié.

Dudas...

Desde que agregaron esta nueva herramienta de las plantillas locas al blogger estoy dudando en cambiar el fondo de mi blog por uno que me gustó... Pero no me animo. Tengo miedo de querer volver a la vista que tengo ahora y ya no existe la opción de guardar plantilla... O al menos no la encuentro... No lo sé. Sigo en la duda... Vamos a ver qué pasa.

martes, 15 de junio de 2010

Che...

...tendría que escribir algo. Mas que "tendría" prefiero decir "gustaría". Pero tengo, no, perdón, elijo estudiar para el parcial de mañana, elijo lavar un poco de ropa y ordenar un poco la casa...

Y darme una pequeña vueltecita por acá, claro que sí.

domingo, 6 de junio de 2010

Embelleciendo.

Hoy dediqué mi domingo, severo resfrío de por medio, a limpiar mi casa. A fondo. Ordené, limpié los pisos, los muebles. Limpié los vidrios hasta que los ví sin manchas. Ajusté los tornillos del mueble de la cocina, seleccioné lindos papeles para decorar mis paredes.

Hoy dediqué mi domingo a embellecer mi entorno. A ordenarlo, a acomodarlo. No sé por qué, cuando hago esto, me siento más linda yo también.

miércoles, 2 de junio de 2010

viernes, 28 de mayo de 2010

El chicle es para las chicas.

Ayer fui al cumpleaños de una amiga, lo festejaba en su casa. Es una compañera de la facultad con la cual me llevo muy bien pero, a decir verdad, no nos conocemos tanto (por "tanto", entiéndase a conocer los amigos que no son comunes). La realidad es que tampoco yo había ido antes a un cumpleaños suyo, así que ¿cómo voy a pretender conocer a sus amigos? En fin.

Llegué al cumpleaños con coca cola y fernet bajo el brazo para encontrarme con que ninguno de nuestros amigos en común había llegado. Soy tímida pero no tanto, así que me hice un fernet, me prendí un pucho y me senté a observar lo que pasaba a mi alrededor.

A medida que fue pasando el tiempo y que las sustancias comenzaron a entrar en el torrente sanguíneo, comencé a hablar de trivialidades con algunas personas, empecé a opinar y a mostrar un poco quien soy yo, al menos a quien estuviera con intenciones de averiguarlo. Y la verdad es que la pasé muy bien.

En un momento de la noche, pasó algo particular, algo que me llamó la atención. Tenía un gusto a pizza terrible en la boca y ya estaba empezando a molestarme porque hacía rato que había dejado de comer. Y recordé que cuando fui al kiosco a comprar la Coca, había comprado también chicles de menthol. Saqué el paquete, agarré uno y convidé. Las primeras cuatro personas en agarrar un chicle fueron mujeres: mi amiga del cumpleaños, una amiga suya muy fashion, una chica simpática que hablaba raro y una chica con la que solamente hablé chicle de por medio. Luego giré hacia mi derecha donde estaba gran parte del plantel masculino para ofrecerles mi cajita de la manera más amable. Todos me miraron con cara de chongo superado de "¿Cómo voy a comerme un chicle si estoy tomando cerveza?" y comenzaron a hacer chistes estúpidos sobre mezclar esos sabores y bla bla bla (en ese momento dejé de escucharlos). Se festejaban, hablaban fuerte, se reían y se palmeaban la espalda.

Hubo, sin embargo, dos excepciones que, curiosamente, estaban sentados a mi izquierda. Uno, un pibe muy amable y muy simpático, ni lo pensó: abrió la cajita y se metió un menthol en la boca. Cuando tomó un trago de cerveza cayó en la cuenta de que era como haberle puesto dentífrico al vaso, se rió y siguió mascando para luego decir "Bueno, tampoco está tan mal". De todos modos, su amigo fue el que me causó más ternura.

El chico este, un pibe medio raro, flaaaaaaaaco y con melena de modelo europeo, agarró el chicle y justo cuando se lo iba a meter en la boca vio a su amigo tomar el trago de cerveza con dentífrico. Entonces se quedó con el chicle en la mano. Un laaaaargo rato. Podría decir que estuvo así durante una hora hasta que, convencido de que nadie lo veía, intentando disimular se guardó el chicle en el bolsillo.

Digo que no a los modos "superados" que presentaron esos chongos cuando les ofrecí el chicle. Ojo, chongos queridos que leen esto, no se ofendan, no tengo nada contra ustedes. Este es un caso particular que puede darse con miles de humanos diferentes. A mí, esta vuelta, me tocó con unos chongos.

El chicle es para las chicas. O para aquellos que por galantería, simpatía, timidez o liberación juegan que, al menos por una noche, es para ellos también.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Un pucho y voy...

Fumo desde hace ya siete años. Ya sé, hace mal, lo sé muy bien, no necesito que me lo digan. Pero la verdad es que por ahora no quiero dejar. Sé que eventualmente voy a hacerlo, pero por ahora no. No me preocupa, no creo que no pueda dejarlo. Sí, va a ser difícil, pero no me parece algo imposible. Cuando quiero soy muy decidida.

Todos los fumadores desarrollamos comportamientos bizarros con respecto al vicio. Tengo una amiga que constantemente prende un pucho pero el 80% de las veces fuma sólo la mitad y la otra muere en el cenicero. Tengo otra que no importa si tiene puchos o no, siempre compra uno o dos atados "por las dudas". Mi papá tuvo, durante un tiempo, la manía de guardar las cajitas de Parisien que fumaba. Nunca entendí por qué, pero las terminé usando para un práctico de la facultad sobre la gestalt. Mi mamá apaga prácticamente TODOS sus Virginia Super Slims mojándolos con un poco de agua "a ver si lo apago mal y se prende todo fuego".

Mi manía es una manía muy molesta para mucha gente, que está netamente relacionada con el grado de panchez que tengo en la vida y es la manía de "me fumo un pucho y...".

Escucho el lavarropas terminar el centrifugado y tengo que ir a colgar la ropa. ¿Qué hago? Me fumo un pucho y la cuelgo. Hay que llamar a la abuela, ¿qué hago? Me fumo un pucho y la llamo. Me fumo un pucho y bajo a comprar Coca. Me fumo un pucho empiezo a cocinar o, en su defecto, me fumo un pucho y llamo al delivery. Me fumo un pucho y sigo tejiendo la bufanda. Me fumo un pucho y arranco con el práctico. Me fumo un pucho, luego existo.

Lo que me quedo pensando de esta manía con el pucho es: ¿es el cigarrillo para mí la sublimación de alguna pulsión oral o es en realidad una acción de carácter enfático para mi comportamiento de paja? ¿Necesito tener algo en la boca o necesito algo que me demore en todo lo que tengo que hacer?

Tengo que poner a lavar una tanda de ropa. Me fumo un pucho y voy.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Mi celular y yo.

La verdad es que mi historia con los teléfonos celulares ha sido siempre un tema. Un tema caótico. A continuación:

Pobreaburrida y la telefonía móvil: una dudosa relación.

El ladrillo: Mi primer celular fue el celular viejo de mi papá. Cuando él se compró un Nokia 1100 me dio su antiguo teléfono (similar). El aparato pesa alrededor de un kilo (no les miento). La verdad es que a mí la movida de los teléfonos celulares no me gustaba mucho. Menos si significaba llevar encima semejante peso para ni siquiera poder mandar mensajes de texto. Así que, lo tenía en mi pieza cual teléfono fijo.

El hermoso: Cuando me fui de intercambio a Suecia me dije que no iba a tener celular. Que para qué. Que total usaba un teléfono público o un locutorio... Ilusa. En Suecia no hay locutorios y, teléfonos públicos, hay uno cada veinte cuadras. En un momento me vi obligada a conseguirme un celular y obtuve gratis el viejo celular de mi hermana sueca, que no lo usaba más porque no le andaba el joystic (yo descubrí que se podía navegar las pantallas con los números así que el joystick me chupó un huevo). La verdad es que amé ese celular por su simplicidad, un celular muy más que amable.

El "B3": Cuando volví de Suecia, la telefonía móvil había anclado en la Argentina y ya no tenía escapatoria. Por más locutorio que tuviese cerca, era inminente tener el celular propio. No sé muy bien por qué era inminente, pero parecía que lo era. Así que obtuve el celular de mi mamá (tuve muchos celulares que eran de otras personas) que había abandonado porque no toleró su fragilidad y volvió a su amado Nokia 1100. El celular era el conocido Motorola V3 que, para mí, más que celular era un avión. Yo no sabía nada de celulares, pero parece que era bastante popular en esos tiempos porque cada vez que decía que lo tenía me contestaban "¡Hijadepú!". Mi ignorancia me llevó a pensar que se escribía B3 durante al menos un mes. Le tuve mucho aprecio porque fue el único que funcionó como corresponde. De más está aclarar que no entendía como carajo mandar mensajes de texto así que me gastaba todo el crédito llamando para preguntar "¿Me traés puchos?". Aquí comenzó el debacle. Lo abandoné porque era un celular muy frágil y, como mi mamá, soy muy torpe. Así que me separé del único celular que me trató bien.

El bebé: El bebé era un capricho tecnológico de mi otra madre. Por ser tan pequeño y compacto, era mucho más maciso que el V3, así que con ese tema nos llevamos muy bien. Era un Pantech nosecuanto, una miniatura japonesa cuyos ringtones sonaban todos como tocados en un clavicordio. LO AMABA. Por pequeño, por raro, por irrompible. Pero lo bueno duró poco. Al poco tiempo de tener el aparato, comecé a tener problemas para recibir llamados: me llegaban más tarde, me aparecían las llamadas perdidas sin haber sonado... Los mensajes llegaban cuando querían. Además era tan chiquito que lo perdía en la mochila (me negaba a tenerlo colgado de la cintura). Así que.. Adiós bebé, te recordaré por siempre con mucho amor.

El primero: Llegó entonces el primer celular que me compré para mí. Lo quería lo quería y lo tuve. El Nokia naranja. El nokia naranja me llenó de multimedia, música y cámara de fotos. El nokia naranja tenía auricular con micrófono incluido para el manos libres. El nokia naranja, luego de un tiempo, dejó de funcionar. Comenzó reseteándose sistemáticamente hasta que un día se murió la pantalla y no funcionó nunca más. (Debo aclarar que luego lo tuvo otra persona y a ella SÍ le funcionaba. Ahí comencé a sospechar que mi relación con los celulares estaba completamente jodida). Durante un tiempo tuve el nokia 1100 de mi madre (que había sido obligada a abandonarlo) pero se lo devolví rápido porque se cansó del nuevo que tenía y quiso su tecnología antigua de vuelta.

El barato: Luego de la muerte del nokia, me acerqué a la compañía telefónica a comprar uno nuevo. Ninguno de los que me gustaba estaba en stock así que me compré el más neutro y barato: un Sony Ericsson Z780i (¡me matan los nombres de los celulares!). Digamos que funcionaba bastante bien. Los problemas que tenía estaban relacionado netamente con la compañía antes que con el aparato, salvo en ciertas ocasiones en que se reseteaba el display de la pantalla pero al ratito volvía, así que no pasaba nada.

El capricho: último llegó mi capricho, el LG KP-500 touch screen, una preciosura de aparato. Simple en su diseño, bastante resistente. Era de mi prima y me lo vendió usado, así que me salió lo mismo que el Sony anterior. Me lo compré de caprichosa, es verdad. No lo necesitaba, pero me lo cobró tan barato que me tenté y se lo compré. No puedo mandar mensajes de texto. No me entran las llamadas. Los primeros días tuve que pasar el chip de vuelta al Sony para poder usar la línea, pero hace dos días que el Sony, ofendido por su reemplazo innecesario, dejó de funcionar. Ahora ando haciendo malabares de chip para ver con cuál agarro señal, con cual puedo hablar, cuál me manda el mensaje. Si intento llamar varias veces, por ahí al octavo intento me da tono. En cualquiera de los celulares. ¿En qué momento cagué mi relación con la telefonía celular? Ah, cierto, cuando cambié el V3 por miedo a que se rompiera... ¡Qué idiota!

viernes, 14 de mayo de 2010

Mimamámemima.

Mi mamá es una loca. Pero una loca linda. Una loca muy linda. Siempre me pareció un poco extraña. No extraña como ajena a mí (después de todo, es mi madre, nos conocemos desde que nací) sino extraña. Rara. Bien rara. Linda rara.

Mi mamá sólo cocina con receta. Al principio yo creía que era de pancha, que no quería pensar las cosas y por eso usaba las recetas. Pero no. Obviando cosas como bifes, milanesas (listas para freír), puré y otras cosas, para todo usa receta. Usa receta porque si no se olvida de lo que tiene que poner. Nunca la vi cocinando nada sin una receta (de hecho, tiene un cuadernito desde antes que yo naciera con anotaciones de recetas familiares, pasadas de boca en boca conversación telefónica de por medio).

Mi mamá está convencida de que si Bono de U2 la hubiese conocido, se hubiese enamorado de ella y se hubiesen casado. A mi, la verdad, es que esto me resulta normal. Imagínense que escuché esto mucho antes de saber quién era Bono... A esta altura me parece algo más que verosímil. Digo, la posibilidad. Ella está convencida y yo le creo.

También está convencida de que tiene la habilidad de la telequinesis, pero que no se anima a explorarla por miedo a que un día, en un brutal enojo, le suceda lo mismo que a Carrie en su fiesta de egresados. (Mi mamá en realidad cree que todos tenemos esa habilidad, pero que muy pocos somos conscientes de que la tenemos). La verdad es que, a pesar de las risas del día en que nos lo dijo y a pesar de sus grititos semi-ofendidos de "¡No se rían! ¡Les digo que es verdad!", yo le creo.

Mi mamá me despertó un día a las dos de la mañana, un miércoles en época de clases, para que le enseñara a bailar "como se baila en una fiesta de quince", con un disco de cuarteto sonando en el living. La saqué de culo, me dijo que por favor, le di dos volteretas y me volví a dormir.

Mi mamá me hizo el desayuno hasta los catorce años y odiaba levantarse temprano.

Mi mamá tiene el espíritu de Don Juan Carlos Greenpeace tatuado en el pecho y no para de juntar perros de la calle, alimentarlos, llevarlos al veterinario y reubicarlos en hogares. Es una actitud muy noble y que denota un muy buen corazón. De los que levantó ya se quedó con tres. Una vez se trajo un pichón de paloma que se había lastimado un ala. Alimentamos al pájaro durante dos semanas con una jeringa con polenta y la muy idiota paloma se suicidó tratando de pasar por abajo de la reja. Mi mamá lloró durante una semana cada vez que se acordaba de la paloma.

Mi mamá es una persona muy generosa y muy humanitaria. Desde lo que puede, desde lo que encuentra. Como es profesora de inglés en su trabajo (que nada tenía que ver con el inglés) le daba clases gratis de inglés a cualquier empleado de la empresa que quisiera. Hace un tiempo quería contratar de su bolsillo un profesor de tango para que se juntaran a divertirse con todos los compañeros de trabajo "Es una ecuación muy simple: ¡si trabajamos felices trabajamos mejor!".

Por todas estas cosas, hago este pequeño homenaje. Todas sus cosas que me causan gracia, ternura, admiración y, a veces, un poco de fastidio. Porque todo esto hace que me guste mucho más ser quien soy. Claramente su hija.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Mi gata.

Mi pobre gata está harta de sus hijos. Y cuando digo harta quiero decir simplemente eso, harta. Desde que las ratitas adorables aprendieron a subirse al sillón, ella se dio cuenta que ya no había escapatoria. Cada tanto la dejo salir al balcón, para que no muera angustiada. Hace dos días, cada vez que abro la puerta de mi pieza (la mantengo cerrada para que no entren los pequeños Judas a llenarme la alfombra de pelos) la encuentro acurrucada en la puerta, con cara de "Por favor, dejame entrar".

La verdad es que la entiendo. La entiendo completamente. Son adorables. Son hermosos. Son graciosísimos. Son entretenidos de ver. Pero tienen uñas muy finitas. Tienen dientes muy puntiagudos. Tienen la maldita manía de pelearse por todo y chillar bien fuerte.

Al menos una vez a la noche me levanto a ver si no me destrozaron la casa. Cada vez que me voy a la cama leo un poco y después prendo la tele para fumarme un pucho y mirar algún programa de detectives, policías, homicidios o de esos que resuelven cualquier delito con una prueba de ADN. Mientras realizo cualquiera de las dos, no hay problema. Tanto las palabras de la televisión como las palabras del libro saben callar cualquier sonido externo a mi habitación.

El problema es cuando apago la luz. ¿Se dieron cuenta que cuando la luz está apagada se escucha más? Cuando apago la luz y me acomodo bien en la cama comienzan los ruidos. A veces puedo identificarlos: un cuaderno siendo arrastrado por el living, dos gatitos caminando sobre mi entrega de la semana pasada, una lata con lápices que se cae al piso... Si se van de mambo, salgo a poner orden, ya sea para ordenar lo que tiraron, para ver que alguno no esté aplastado por un libro o para desenganchar al aventurero que se está trepando por el cable de la playstation.

Ayer a la noche, cuando todavía estaba mirando la televisión, escuché un ruido terrible. No quiero ser exagerada, pero sonó como si me hubieran tirado a la mierda la biblioteca del living. Apuradísima salí de la pieza dispuesta a encontrarme con una tragedia. ¿Qué encontré? Los gatitos dormían muy panchos en el sillón y me miraron con cara de "¡Zorra, apagá la luz!". Y mi gata estaba acurrucada, escondida debajo del sillón con cara de haberse mandado una cagada. Miré alrededor, todo estaba igual a como lo había dejado. En vez de enojarme le hice unos mimos y le dije lo mismo que le digo cada vez que se manda una cagada y no puedo pescarla in fraganti: "¡Ojito, eh!". Pero la verdad es que aunque hubiese dado vuelta una silla, no le hubiese dicho nada. Porque al mirarla recordé como tiene las tetas por los bestias de sus hijos y cómo escalan su lomo agarrándose con sus garritas. ¿Qué le iba a decir? Me parece que ya tiene castigo suficiente.

(Ahora, para que me odien un poco, pongo una foto de los pequeños demonios. Para que me digan "¡Son preciosos! ¿Cómo te van a molestar tanto? ¡Son divinos! ¡Son unos angelitos!". Angelitos... Los invito a tomar unos mates, a ver cuántos de ustedes se bancan dos "angelitos" escalando por sus jeans.)


(Aclaro que falta uno. Es imposible sacarle una foto a los cuatro juntos...)



miércoles, 28 de abril de 2010

martes, 20 de abril de 2010

Retribuciones

Soy la consentida de América. Bueno, o al menos supe serlo en algún momento de mi vida (porque ahora, cada día más, me voy convirtiendo en un bicho extraño para mi familia). Hija única, nieta y sobrina única durante seis años, tuve todo lo que quería, en particular de mis abuelos, que me dejaban patinar con rollers adentro de la casa. Seguro que al escribir esto deben estar imaginándose a una nena caprichosa, gritona y mandona. La verdad es que, siendo sincera, era bastante buena. Bastante tranquila, de actividades solitarias, aunque de carácter fuerte. Pero la verdad es que no era una nena problemática.

Debido a que siempre tuve lo que quise, mis padres se encargaron (hoy lo veo claramente) de educarme en el simple pero olvidado arte del agradecimiento. Debo reconocer que de chica y, particularmente, de adolescente, me molestaba bastante que mi mamá me persiguiera a la voz de "Llamá a la abuela para agradecerle", "¿Le dijiste gracias a la tía, que te trajo hasta acá?". Consideraba seriamente que mi madre me creía estúpida, bastante antisocial e insensible. Con el tiempo me di cuenta que si bien yo sentía ese agradecimiento dentro mío, no lo expresaba de manera tal que la otra persona pudiera comprender que estaba agradecida. Peor aún, en algunos casos pasaba por una completa desagradecida.

Por eso, cada tanto (aunque a veces sea cada MUCHO tanto) hago una retribución. Una pequeña devolución. Un regalo. No tiene que ser algo gigantesco y, en la mayoría de los casos no tiene comparativo con la acción inicial. Quizás te cocino una cena porque me viniste a visitar una tarde. Quizás te regalo mi mejor sonrisa porque encontraste esa lapicera que estaba buscando. Quizás te invite a tomar unos mates porque siempre me pasás los apuntes de la facultad. Quizás te regale una muñeca de papel, porque una vez me regalaste un libro. Quizás te haga un dibujo sólo porque supiste regalarme una sonrisa a mí...

Lo cierto que para mí, el momento de la retribución, es un momento casi solemne. Un agradecimiento simbólico (o no tanto). Una forma de decir "acá estoy para vos". Retribución es una recompensa o el pago de algo... Yo no sé si mi moneda alcanza, pero es la que tengo y no tengo ningún problema en dártela.

Así que si algún día te alcanzo una película, te compro un regalito o un atado de puchos, no creas que me siento "en deuda" con vos. No creas que lo hago porque hay que hacerlo. No creas que lo hago para quedar bien. Es mi manera de decir "me importás", "te quiero", "me hacés reír", "me traés buena onda" o simplemente, desde lo más profundo, "gracias".

martes, 30 de marzo de 2010

Risa.

Hace un tiempo (no puedo especificar, pero no más de dos años) me pasó algo muy gracioso. Iba caminando por el centro, muy feliz: al fin me había comprado ese par de zapatos que tanto me gustaba. ¿Vieron cómo algo que puede parecer una pelotudez puede convertirse en una fuente de felicidad tan sana? ¿Ah, no? ¿No les pasó? Que pena, pónganlo en práctica, es fantástico.

En fin (¡Cómo me gusta este conector!), iba yo casi salticando por la vereda, cual Heidi en los alpes, balanceando la bolsa de mis zapatos nuevos cuando de repente el entusiasmo me jugó una mala pasada. En el revoleo de bolsa los músculos de la mano se relajaron y allá voló la bolsa con la caja de zapatos dentro, haciendo una parábola que terminaría dos punto cinco metros delante mío. La bolsa cayó, obviamente, en el lugar de la vereda donde había más cantidad de gente (debo reconocer que un par miraron para arriba un poco desconcertados).

En otro momento, por mi cualidad perfeccionista y ególatra (que, no se preocupen, estamos trabajando "para usted"), hubiese muerto de la vergüenza. No creo que hubiera llegado al punto de no hacerme cargo de esa bolsa voladora y seguir de largo, pero el color bordó que una persona pudiere adoptar hubiese llegado a nuevos parámetros. Me hubiese paralizado. Hubiese deseado que la tierra me tragara.

¿Qué fue lo que pasó? Lo que pasó fue muy simple: me morí de la risa. Me causó tanta pero tanta gracia lo que me había sucedido que automáticamente empecé a reírme y caminé los dos punto cinco metros que me separaban de la bolsa riendo a carcajadas. (La gente que previamente se había sorprendido por la bolsa voladora, ahora veía una persona descostillada de la risa que se les acercaba. Pobres). Riendo, agarré la bolsa de mis nuevos zapatos y seguí a las carcajadas por al menos por una cuadra más.

¿Por qué me sucedió eso? La ecuación es simple: si algo que ves en la calle, que le pasa a alguien, te causa gracia ¿por qué no va a causarte gracia que te pasa a vos? ¡Es simplísima! Cuando hoy me escuché decirlo, me sentí muy feliz. Si yo hubiese visto a una chica despegársele la bolsa de la mano de esa manera, ¡hubiese reído de la misma manera! De hecho me hubiese gustado verme, a mí en esa situación, desde afuera. Comiquísimo... No lo tolero... (Río). Basta de auto flagelarnos, de mirarnos desde afuera para corregirnos. Basta. Riámonos de lo que nos cause gracia, aún cuando el o la que cause gracia somos nosotros mismos. Especialmente cuando somos nosotros mismos. Yo lo pongo práctica. No voy a INTENTAR, lo PONGO en práctica. Tampoco lo VOY A PONER, eso es algo depositado en el futuro.

Reírse de uno mismo es algo liberador. Y si algo no te causa gracia, no te rías porque el resto lo hace: seguro que si no te causa gracia te causa otra cosa. Reírse de uno mismo es algo liberador. ¿Ah, no? ¿No les pasó? Que pena, pónganlo en práctica, es fantástico.

martes, 23 de marzo de 2010

"Los ojos son faros de luz, no proyectores de miedo".

Sonrío.
Gracias.

lunes, 22 de marzo de 2010

Ácida

Hay veces que, cuando estoy de malhumor, me pongo ácida. No sé si es la palabra exacta que refleja cómo me siento ni sé tampoco si la palabra "ácida" significa esto que yo siento. Me importa muy poco. Digo que estoy ácida porque así es como me siento. Digo que estoy ácida porque si fuese una uva y alguien me comiera diría "¡La puta madre, esta uva es una mierda! ¡Está re-ácida!".

Me pongo ácida no porque haga comentarios sarcásticos rozando el humor negro. Me pongo ácida porque todo lo miro con el rictus generado por el jugo de limón. Todo me genera esa... Cara. Esa desconfianza. Todo es tan malo como supuse que iba a ser. Todas las excusas son berretas, ninguna alcanza a cubrir por completo la falta. Todo es una falta. Todo falta. No hay suficiente azúcar para el mate, no hace suficiente calor, no hay suficiente buena música para escuchar. Internet no es lo suficiéntemente rápido. La comida no está suficiéntemente caliente. El baño no está suficiéntemente limpio.

Lo bueno es que, con respecto a otros malhumores, es un malhumor menos agresivo para la otra persona. Es un malhumor interno. Ni le lloro, ni le grito, ni le miro con cara de odio visceral. No pego ni enloquezco en la vía pública. Solo vivo. Camino callada, hago pocos comentarios. Trabajo sola. O no trabajo y no me preocupo en ocultárselo a la gente.

Es verdad que no soy una persona con mucha paciencia, pero cuando estoy ácida no parece importarme. No necesito paciencia cuando no me interesa nada de lo que digan. Yo sólo camino, tranquila y con el ceño fruncido. Probablemente con un pucho en la mano, para matar el vicio.

Tajante. Eso. Como el limón que te abre a la mitad la herida de la comisura de la boca. Como el ácido que corta metales. Tajante como esos silencios que no sabemos cómo se generan y mucho menos cuándo van a terminar.

Así que no me hablen, no me expliquen. No me digan nada. Sepan que existen muchas posibilidades de que nada de lo que me digan hoy pueda yo entenderlo con su intención original. De todas maneras, sepan también, que mañana va a ser otro día y absolutamente nada de lo que suceda hoy va a dejar mella alguna en mi ser. Estoy ácida. Disculpe las molestias, estamos trabajando para usted.

lunes, 15 de marzo de 2010

A veces me asusta...

... ser tan parecida a mi mamá.


"Aquí vemos a madre e hija dedicándose a las tareas del hogar mientras la fiesta transcurre a su alrededor. Las imágenes fueron tomadas con cuatro años de diferencia y cualquier semejanza entre sí es pura coincidencia."


Paciencia

Hace como dos semanas, aunque quizás esté exagerando, que dije que iba a hacer una especie de... Proyecto familiar... Bueno, ya viene, ya viene, paciencia. No es por pancha sino todo lo contrario, hay otras tareas que debo realizar:

* Esta semana, antes del viernes, tenemos que armar al menos dos ejemplares del libro que estamos creando con mi hermana por propiedad transitiva.

* Tengo que editar dos videos de fotos para el cumpleaños de mi tía y un video más de índole "cómica" que incluiría videos de actores de hollywood siendo entrevistados, dándose el carácter cómico mediante el falso subtitulado de la entrevista... (De más está aclarar tengo un nivel bastante básico del Corel Video Studio... Único programa de edición de video que logré que funcionara bien en mi máquina).

*Además, hay dos temas referentes a mi casa que tengo que resolver en breves para poder vivir plenamente y terminar con el fantasma de la mudanza interminable: comprar un tendedero para la ropa y, de una vez por todas, poner las cortinas para poder andar en bombacha por mi casa sin que el tipo que está en las oficinas de en frente se me quede mirando con cara de psicótico.

De todas maneras, además de todo lo que TENGO que hacer (y con esto que no se malentienda, son cosas que también QUIERO hacer), a las maravillosas clases de inglés que estoy tomando una vez por semana, se suma hoy una actividad que tanto pero tanto placer me causa: las clases de teatro. Se me dibuja la sonrisa de sólo decirlo.

El viernes vinieron los amigos a la casa a disfrutar de unos ricos fernecitos y, entre mis amigos, estaba mi profesor de teatro. Charlando sobre este año en el taller me empezó a contar cosas que me generaban un miedo terrible al mismo tiempo que un entusiasmo descomunal... Y eso es una de las cosas que más me gustan del teatro: esa adrenalina de la dicotomía entre esconderte en un rincón y hablar bien bajito o salir al escenario y llevarte por delante a quien se te cruce.

jueves, 11 de marzo de 2010

Collage




¿Qué se hace cuando se tienen miles de papelitos y figuritas? Se hace un collage.
¿Y si se tiene escáner? Se escanea y se sube al blog.

martes, 9 de marzo de 2010

Indulgente:

adj. Tolerante, inclinado a perdonar y atenuar yerros o a conceder gracias:
Suele ser tan severo con los demás como indulgente consigo mismo.

Ojalá fuese ese mi caso.

Resulta que en un horóscopo pedorro del reputo Facebook me apareció la siguiente frase:
"Sé indulgente contigo, al menos en la medida en que puedas lograrlo"
(O algo así)

La reputa madre Facebook de mierda con tus pedorras aplicaciones inservibles que lo único que hacen es hacerte perder el tiempo. ¿En qué momento se me ocurrió hacer click en "Recibe tu consejo zodíaco del día"? Como una boluda más haciendo click para que me apareciera esa fracesita miserable... Envuelta, claro, en empalagosos augurios de triunfos laborales, etc etc etc.

Para colmo, luego, intento hacerme la "loca poeta profunda interesante" y pongo como parte de mi "estado" (que tardé dos meses en aprender a modificar): "¿Ser un poco más indulgente conmigo misma? ¿Y eso cómo se hace?" y recibí la respuesta más franca y simple: "al castellano? dejate de auto romperte las bolas..."

¿Necesito realmente que la berreta aplicación me diga algo que ya sé? Si, ya sé que me tengo que dejar de hinchar las pelotas, ya lo sé. Y lo estoy intentando, claro... Últimamente intento de todo. Y creo que voy a llegar a buen puerto...

Igual... Si hasta la pedorrísima aplicación del Facebook te lo dice... No sé... Quizás habría que prestarle un poco más de atención.

"Me lo están diciendo sus ojos,
mis amigos y la gente"
Y, si hasta la gente te lo dice.... ¡¡Imaginate si te lo dice el Facebook!!

lunes, 8 de marzo de 2010

Fotos

Con motivo de armar el video de fotos para el cumpleaños de mi tía, llegó a mi casa una bolsa enorme de fotos de entre los años '60 y '70 de mi familia materna. Mi abuela es y era, una diosa.

Teniendo escáner en casa y estando, básicamente, encargada de eso, voy a ver si no me apropio de algunas para jugar un poco... Mi abuela, siempre una fuente de inspiración.

A ver qué pasa...

viernes, 5 de marzo de 2010

Una lavada de cara.

Pobreaburrida existió una vez. Es verdad. Pobreaburrida tenía una identidad, una imagen, un estilo. Pobreaburrida, no sé muy bien cuándo, empezó a irse a la mierda. Lo que hoy ven son mis pequeños intentos de devolverla a la vida. Porque me parece que cuando pobreaburrida se fue a la mierda, yo me fui un poco con ella...

Así que es hora de una lavada de cara, con agua bien fría. Vaciar de lo innecesario y llenar de lo... ¿Inspirador? No sé si por cambiar dos bobadas en este coso voy a escribir más, o voy a diseñar más o voy a empezar a dibujar... Pero qué se yo... Con probar no pierdo nada, ¿no?

miércoles, 3 de marzo de 2010

Me malhumora...

... estar de mal humor.

martes, 2 de marzo de 2010

Si si, soy yo...

En mi trabajo, todos tomamos mate. Absolutamente todos. Todos los empleados de esta oficina, en algún momento del día, preparan su mate. Para colmo, como la disposición de los escritorios no permite hacer una mateada grupal, cada uno tiene su juego de mate en el escritorio.

Hay en la cocina un aproximado de ocho mates. Cuando comencé a trabajar me di cuenta que todos los mates salvo uno, el de mi tía (si si, soy yo la que trabaja en una empresa familiar), pertenecían todos a un mismo "juego" o "línea" de mates. Luego me enteré que todo comenzó algún tiempo atrás en la Isla del Sol cuando una compañera le había hecho un mate personalizado a uno de los empleados (del cual todos creemos y prácticamente sabemos, que está enamorada) con una leyenda alusiva a su persona. Para "evitar sospechas", le hizo otro mate presonalizado al hermano del susodicho. Y eventualmente, para "no quedar mal" todos los empleados y jefes tuvieron su mate personalizado. Cuando yo llegué, mi mamá se había ido del trabajo así que ocupé su lugar... Del mate, claro.

El tema es que hay ocho mates, ocho termos pero siete bombillas. Todos saben qué bombilla corresponde a cada mate... Si si, soy yo la que no sabe. Debo reconocer que cuando voy a prepararme el mate, cierro los ojos y agarro al tuntún una bombilla y me la llevo. En realidad no suele haber mucho problema, siempre y cuando no agarre la de mi tía, como me pasó hoy.

Vino Claudia, y antes de que sin ningún tipo de decoro quitara la bombilla de mi mate, yo ya sabía (aunque por mera intuición) y le dije "Si si, soy yo la que tiene la bombilla de mi tía". Y Claudia sin piedad arrancó la bombilla con una sonrisa: "¿Ves? Esta que tiene la punta redonda, es de tu tía". Y se la llevó.

Y ahora, tengo un mate siy bombilla, viejo de cebadas y que dice "Para la preferida del medio". ¿La del medio de qué? Si si, soy yo la que debería fijarse antes de agarrar la bombilla equivocada... ¡Pero mirá qué leche! ¡De las siete bombillas, justo agarrar la de mi tía!

martes, 23 de febrero de 2010

Me enferma...

... la gente que pasa con el auto con el semáforo en rojo. Lo detesto, realmente, me levanta fiebre. ¿Por qué lo hacen? Lo peor es que cada vez se ponen más y más pelotudos: ahora no sólo lo hacen sino que lo hacen EVIDENTE. Yo sé que hay peatones que cruzan como el orto y se comportan como la mierda. Pero yo no, yo soy una buena peatona, entonces me tomo el derecho. La luz amarilla es hoy día una simple decoloración de la verde y pareciera que ahora la luz roja otorga de 5 a 10 segundos para que la gente siga andando... Me enferma... Incluso recordarme parada como una idiota con la luz a favor esperando que esos imbéciles frenen (pedir que frenen detrás de la senda peatonal es un lujo) me revuelve el estómago. A veces tengo miedo porque un día me voy a tirar abajo del auto para que tengan una real razón para rajar a esa velocidad y desacato... Como aquel tipo que me tiró el auto encima con la luz roja para él y le golpeé el capó a la voz de "Epa epaaa! La prioridad es del peatón!!".

domingo, 21 de febrero de 2010

Disfrutando del nuevo hogar

¡Qué lindo es mudarme rápido y darme cuenta que ÉSTA es mi casa!
Pobreaburrida: disfrutando de su nuevo departamento con hermosos ventanales. ¿Lo mejor? SOY PROPIETARIA.

jueves, 18 de febrero de 2010

¿A veces me pregunto...

... si la gente que entra este blog piensa que aspiro a dedicarme a la escritura?

Puedo aliviarlos: no, no pienso dedicarme a la escritura. Escribo para no hablar tanto... O para hablar un poco más.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Mea culpa

Soy una persona culposa. Culposamente pesada y pesadamente culposa. Por la misma razón soy también muy perdonera. Paso al lado tuyo y te piso: pido perdón. Se me cae un vaso: pido perdón. Le puse mucho fernet a la coca: pido perdón. No te atendí porque no tenía batería: pido perdón. ¿Por qué? Porque todo es mi culpa. Porque si te contesto mal, no importa el estímulo: es mi culpa. Porque si se corta la luz y no terminé un trabajo: es mi culpa. Y si estás de malhumor y me contestás mal y yo no hice nada, muy probablemente sea también mi culpa.

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Hace 2 años, en unas sesiones de reiki, logré definir que sentía culpa y que era adicta a ella. ¡Es verdad! Soy una verdadera culpainómana. Es como... Un masoquismo psicológico. "Perdón" zassss! Un latigazo... "Perdón" zasssss otro latigazo.

Y un día, entre latigazo y latigazo... Me di cuenta que me estaba flagelando por culpas... No sé si decir ajenas, no quiéro echárselas en cara a nadie, pero estoy segura que no eran mías. Y empecé a preguntarme el por qué de esas culpas... Una gran parte, claro que sí, por acostumbramiento. A quienes les interese la física cuántica etc etc etc entenderán el concepto de adicción de otra manera. Esa adicción a un sentimiento, que puede tranquilamente darse por acostumbramiento, genera un sentimiento que a su vez afecta nuestro entorno: nosotros hacemos nuestra propia realidad. El circuito es simple: estoy acostumbrada a sentirme culpable, necesito sentirme culpable, genero situaciones o las transformo para sentirme culpable, consumo culpabilidad, aumenta el umbral de culpabilidad para poder sentirme satisfecha, necesito reconfigurar mi entorno para conseguir más culpabilidad and so on, and so on...

Pero... ¿qué pasa si digo basta?

El caos, claro. Como en una fila de gente que va caminando por la calle: cuando tropieza el primero se va todo el resto a la mierda y agarrate Catalina cuando tengas que explicarles a todos que se cayeron porque decidiste "Basta".

Decir basta implica, más que seguridad o coraje, mucha espalda para bancarse la fila india chocando contra uno. Es de repente darse vuelta y decirle a los ocupantes de la fila (adicciones, necesidades, entornos, energías, reconfiguraciones, mecanismos): "¡Váyanse a la reputa madre que los parió!" sin en más mínimo decoro.

Yo, a decir verdad, todavía no pude hacer el parate final, todavía no pude. Pero de a poco hago pequeñas paradas sorpresivas para sacudir todo cuando creo que los viajeros están volviendo a acomodarse en su lugar. Para que molestándolos un poco dejen de molestarme a mí. Y, a decir verdad, tuve suerte: hay un par que ya se bajaron.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Una semana de mierda.

Cuando uno dice "Una semana de mierda" no es necesario que la semana tenga precisamente siete días ni tampoco que sea tan dramáticamente de mierda. Una semana de mierda es más como un período de mierda... Un suceder de días característicamente pedorros. Una semana de mierda puede o no abarcar todos los aspectos de tu vida. Pero ojo, no por abarcar menos aspectos de tu vida es menos mierda. Tampoco tiene que ver cuánto influya en el humor de uno: aunque no nos sintamos como la mierda, no pierde su característica de mierda.


A veces una semana de mierda son cuatro días con dolor de cabeza, a veces son al menos dos comidas quemadas. Otras veces es la llegada de una duda que creímos que había sido disuelta. Incluso puede depender netamente de tu trabajo. Una semana de mierda es un huésped no invitado que viene a quedarse cuanto, como y donde quiere.

Hoy termina una semana de mierda en el trabajo. Hoy cierra una semana realmente pedorra. Este es un caso de esos en que tu vida personal está intacta, tu cuerpo se siente bien y te divertís muchísimo con tus compañeros de trabajo pero, en sí misma, la semana laboral es una tremenda cagada. Paso un pequeño parte de la susodicha:


Lunes
Llegué a la oficina, para variar, completamente dormida. De manera automática me acomodé en el escritorio, prendí la computadora y empiecé a sentir algo en los brazos... Cuando miro para ver que estaba pasando descubro una pequeña hormiguita colorada subiendo muy pancha hasta mi hombro. Automáticamente me despabilé sólo para ver que en realidad el escritorio estba lleno de sus amiguitas, así como también los de mis copañeras. ¿Solución? Dosis insalubres de Raid. El mismo día, vino el electricista para solucionar un problema que estábamos teniendo desde la semana anterior que son las bajas de tensión. "Chicos, hoy viene el electricista a arreglar la luz, así que va a cortarla una vez durante 15 minutos". Ni una vez ni 15 minutos. Si bien el que no haya luz significa que estamos básicamente al pedo, significa también que se nos acumula trabajo que luego vamos a tener que resolver simultáneamente con otros.

Martes
El día arrancó normal, sin ningún acontecimiento extraño. Todo funcionaba de maravillas cuando se produjo un nuevo corte de luz. Estábamos sorprendidos, ya que el día anterior había venido el electricista para solucionar exactamente eso. De todas maneras, nadie se quejó mucho. Salimos a fumar un pucho, felices de tener un poco de tiempo al pedo. En ese mismísimo instante fue que descubrimos que la electricidad de la fase a la cual están conectadas las computadoras había regresado a funcionar. Fue así que terminamos trabajando a oscuras y sin aire acondicionado. Para agregarme molestias (chinchuda como soy) pobreaburrida era la única que, para la altura del corte de luz, no había almorzado. Acción que nunca llegué a concretar porque, obviamente, todo lo que había para comer estaba congelado y el microondas no tenía cómo andar (para los que se hagan los vivos y se pregunten por qué no usé el horno, aclaro que el mismo funciona para el reverendo ojete).


Miércoles
El miércoles llegamos todos con la cola entre las patas, abanicos en mano y bien fresquitos, completamente predispuestos a soportar los caprichosos vaivenes del suministro energético pero no. No se cortó la luz en toda la mañana. Lo que se cortó fue internet. Todo el reputísimo día internet fue y volvió a su pedorro antojo, cortando las comunicaciones, cerrando el msn, arruinando autorizaciones y, básicamente, haciéndonos perder el miserable, pegajoso y fastidioso tiempo que teníamos. (De hecho, comencé a escribir este post ese día pero, como internet me fastidió impunemente, abandoné la tarea para el día siguiente). Finalmente a la tarde se cortó la luz pero, esta vez sólo la fase de las computadoras, así que pudimos comer en paz y también podríamos haber charlado en los escritorios de no haber sido por las reputísimas hormigas que volvieron aparecer.


LA REPUTÍSIMA MADREEEEEE!!!! (En breves explico el exabrupto)


Jueves
El jueves, sinceramente, ya no sabíamos que mierda esperar. Si fuese por los empleados, que se hundiera la puta oficina en un pozo y que nunca pero nunca más volviéramos a salir de allí. Obviamente se cortó la luz reiteradas veces, primero la fase de las computadoras, después la fase del aire acondicionado, algún que otro empleado quedó cagando a oscuras en el baño que no tiene ventana... Finalmente se produjo el corte final en que, visto y considerando que no podíamos hacer nada de nuestros trabajos, nos solidarizamos con nuestra compañera y nos pusimos todos juntos a emprolijar, ordenar y archivar un aproximado de 250 planillas de socios. De más está aclarar que el calor era insoportable y que tuvimos que refrescarnos con un abanico que nos pasábamos de mano en mano. Ese mismo día le hicimos un pequeño ágape de despedida a una ahora-ex-compañera y, completamente transpirados y descompensados, nos reunimos en una oficina de dos por dos a comer sánguches de miga derretidos y a empedarnos rápidamente con fresita.

Viernes
Para esta altura, debo reconocer que ya estábamos esperando el corte de luz. Era algo que nos parecía natural, normal, aceptable. Obviamente hubo un solo corte de luz y fue en el momento en que estaba escribiendo este post (de ahí el exabrupto presentado unas cuantas líneas arriba). Vale aclarar que intenté escribir cada día desde el Miércoles y siempre me interrumpió un corte de luz. La calidad del mismo se ve entonces comprometida por la fragmentación.

La realidad es que hoy, Lunes 15 de Febrero, la semana de mierda es un punto en la lejanía. Leo y releo el post para corregirlo y no entiendo por qué me afectó tanto. A veces no sabemos muy bien qué es lo que nos afecta de una semana de mierda y, en muchos de esos casos, la semana se encarga de tapar o postergar ciertos pensamientos a los cuales no queremos dedicarles tiempo. Lo importante es saber y recordar que siempre, pero siempre, habrá algo o alguien que le dé un fin a esa semana de mierda. Ya sea el viernes, ya sea el domingo, el próximo lunes o un mismísimo miércoles. ¡Arriba los corazones! No hay semana de mierda que pueda con nosotros.

domingo, 7 de febrero de 2010

Mi amigo el tampón.

Para las mujeres, la relación con el tampón suele ser complicada desde el comienzo. La mayoría (no todas, aclaro) comienzan a utilizarlo antes de las primeras relaciones sexuales, por lo cual el primer tampón vendría a ser algo así como el primer amor, el primer novio/novia a quien le entregamos nuestra parte más pudenda para que entre en nuestro organismo... Con el factor anti-romanticista generado por el hecho de que, a fin de cuentas, no es más que un puñado de algodón apelmasado.

El primer tampón fue, en mi caso, una necesidad terrorífica (y también fue un poco vergonzosa). En el baño público de un complejo de campo de la ciudad de Villa Carlos Paz, asistida por una amiga desde afuera (con experiencia en el tema, claro) preguntándome "¿Y? ¿Todavía lo sentís? Porque si todavía lo sentís tiene que ir más adentro". La sensación fue horrible... Introducirme una bala de algodón con un hilo espantoso no me producía ninguna simpatía, pero quería disfrutar de las actividades acuáticas y al reputísimo Andrés se le había ocurrido venir justo al comienzo de mi viaje.

Lo cierto es que una vez que las mujeres logramos reconciliarnos con la invasión de ese apósito que se plantea como nuestro enemigo, el tampón se vuelve nuestro gran aliado. Nos ofrece una comodidad nunca antes conocida, una higiene que ningún otro apósito femenino presenta. Es un secreto que sólo la portadora conoce. Es un pacto silencioso, insensible: no lo sentimos pero sabemos que está. Cómo esos amigos incondicionales que, aunque no los veamos hace dos meses, están siempre para cuidarnos, querernos y amarnos. Y vamos felices, de acá para allá, con nuestra cajita de O.B. en el bolso sabiendo que ante una emergencia femenina, tenemos un amigo que nos acompaña (además pueden usarse para frenar sangrados de nariz y heridas de bala. ¿Cómo te quedó el ojo?).

Pero como toda amistad, hay un momento en el que la relación sufre un quiebre importante. Igual que sucede con esos amigos sobre los cuales creemos conocer todo, el tampón, en cierto punto, revela un secreto escalofriante muy determinante para la relación.

Generalmente, el cable informativo llega de la mano de una tía, una amiga o hasta incluso una abuela y dice más o menos así: "¿Sabías que a la amiga de la prima de la sobrina de la vecina de Pocha le pasó que se olvidó que tenía un tampón puesto y se puso dos al mismo tiempo?"

A partir de ese momento TODO cambia. Cada vez que vamos al baño a cambiar el tampón dudamos sobre si tenemos o no otro colocado. Aún así nos hayamos sacado el tampón cinco segundos antes, al momento de abrir el precinto de seguridad del nuevo amigo se instaura una sensación paranoica que nos obliga a recorrer mentalmente cada paso hasta ese punto, revisar tachos de basura para chequear su desecho y, en casos extremos, a tomar posiciones contorsivas y ejercer la auto-invasión con tal de quedar tranquilas y satisfechas.

Es una realidad que, a medida que pasa el tiempo, el fantasma va desapareciendo y volvemos a aquellos felices días de salidas codo a codo con nuestro preciado compiche a piletas, bares y cuánta actividad se nos presente. Pero de vez en cuando, muy de vez en cuando, recordamos a la amiga de la prima de la sobrina de la vecina de Pocha y nuestro ceño se frunce. Y miramos al tampón con un poco de duda, como al amigo que nos mira sonríente cuando sabemos que detrás de esa sonrisa se esconde un secreto de esa calaña que nunca pero nunca se dignó a contar.


viernes, 5 de febrero de 2010

Indecisa.

Estoy indecisa. No sé si escribir sobre la mutación laboral o el episodio del WC. En caso de elegir la mutación laboral, no sé si escribir todo con nombres y apellidos o abstraerlo y generalizarlo. Si elijo el episodio del WC no sé si hacerlo con las palabras guarangas o con sus versiones diplomáticas. Perfecto. Esto significa que voy a tener que sortear. Primero, cuál de las dos ideas y luego la versión. ¿Escribano?
Idea: WC.
Versión: Guaranga.

Genial.

EL EPISODIO DEL WC: el dedo acusador.

Hay algo que sucede prácticamente en todos lados pero que causa mayores estragos en el ámbito laboral. ¿Por qué? Porque en el ámbito laboral no hay tanta confianza. Me refiero a la clásica situación del Tereso inesperado.

¿A quién no le sucedió que entró a un baño público y se encontró con un sorete flotando en el inodoro como pez en el agua? ¿Qué se hace en esa situación? O se cambia de baño o se tira la cadena. ¿Qué se hace cuando se entra al baño de la casa de una amiga y nos encontramos con la misma situación? Tiramos la cadena, desodorante de ambientes para que no piensen que fuimos nosotros y, a lo sumo, si existe una real necesidad de contarlo, se lo comentamos a nuestra amiga, aunque no sirva de nada. Pero estamos de acuerdo que en la mayoría de los casos, tiramos la cadena.

Pero en el trabajo... En el trabajo es más complicado. Si bien tiramos la cadena, comentarlo implica la posibilidad de ofender al jefe o a nuestro compañero que ceba los mejores mates. Comentarlo puede delatar al único que dice que no caga. Comentarlo puede desatar una inquisición en la que todos acusan a todos con tal de librarse del sorete huérfano que los llama desde el baño.

Por eso NUNCA voy a entender la reacción de mi compañera de trabajo que, divina ella, la adoro, pero wow a su poder de resolución. Voy a sustituir su nombre por el de Rita porque... No hay necesidad de deschavar a nadie.

Rita: (volviendo del baño al cual dijo que iba a ir 30 segundos atrás) Ehm....
Pobreaburrida: ¿Qué pasa Rita?
Rita: Ehm.......
Pobreaburrida: ¿Rita?
Rita: Hay un regalo...
Pobreaburrida: ¿Un regalo?
Rita: (completamente paralizada) Un regalo... en el... no se fue... a alguien... en el inodoro... no anda...
Pobreaburrida: Claro, no anda bien en el inodoro. Cuando terminás de apretar el boton chequeá que la sopapa...
Rita: No... Ehm...
Pobreaburrida: (comprendiendo, al fin, a la paralizada rita) ¡Aaaahhh! ¿Hay caca en el baño? ¡Apretá el botón!
Rita: Ehhhhhh.... Maríaaaa.... (y se retiró a hablar con María).

Querida Rita:

1) ¿Taaaaaaaaaan terrible era ese sorete que no pudiste atinar a apretar el botón del inodoro?
2) En el caso de que hayas "tirado la cadena" y el tanque haya estado vacío por el desperfecto que sufre el inodoro, ¿taaaaaaaaaaan horrible era ese tereso que no pudiste esperar cinco minutos a que cargara la mochila?
3) ¿Qué fue lo que te generó el shock emocional? ¿El sorete en sí? ¿Su olor? ¿La idea de que podía pertenecer a nuestra jefa?
4) ¿Para qué mierda viniste a balbucearnos sobre el sorete? ¿Querías que te ayudáramos? ¿Querías descubrir al culpable?
5) Independientemente de quién haya sido: ¿de qué carajo te sirve venir a indagar? ¿Realmente creés que alguien va a decirte "Perdón Rita, fui yo"?

Obviamente YO fui quien se levantó de su escritorio (un poco resignada, claro) y fui al baño a cargar la mochila del inodoro para encontrarme con una pequeña y tristísima caquita flotando alegremente en el agua estancada. Apreté el botón y soretín siguió su camino al más allá del mundo de las cloacas. Y ese fue el fin de la historia.

Hay cosas que no comprendo. Yo entiendo que cagar nos da pudor en amplios espectros, a mi también me pasa. No digo que tengamos que andar cagando por doquier, tirarnos pedos en la cara de nuestros padres y ventilando nuestros excrementos por la calle siete. Pero che, era un soretito en el inodoro, no una bosteada sobre tu carpeta control del Banco Provincia.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Acabo de guardar una entrada en los borradores porque... Porque me dio paja escribirla. (Para quienes les extrañe esto que digo, con paja me refiero al desgano, a la "fiaca", no a su significado sexual ni a lo que techa la choza de María Azucena). Paja por el solo hecho de generar algo escrito en base a una idea que estaba buena pero carecía de la fuerza necesaria para vencer a la paja. Paja de domingo aburrido sin frío ni calor ni ganas de salir de la casa. Paja de esas que te dejan sentada de corrido quizás hasta cuarenta minutos sin hacer nada... Nada de nada. Ni siquiera prender el televisor para ver el programa mas pedorro o la mejor película de tu vida. Tampoco poner música, porque ni siquiera hay ganas para elegir una puta carpeta entre las ciento sesenta y cuatro que te bajaste en mp3 porque "así tengo un poco de todo".

Paja. Lisa y llanamente PAJA.

Y bueno... Qué se le va a hacer...

jueves, 14 de enero de 2010

Tres meses después...

... estoy más tranquila.
... no me produce remordimientos no haber escrito todo este tiempo.
... estoy por irme de vacaciones con miamor y mis amigas.
... tengo el pelo corto. Me lo quiero cortar un poco más.
... estoy escuchando a la Mala en el trabajo.
... acaba de entrar a la oficina mi compañero de trabajo cantando una versión cumbiera de "El Oso"
... sí sí, cumbiera.
... tengo la sensasión de que este es un post insulso.
... me parece también que es un post d
... veo fotos de mis compañeras de la primaria y, si bien hay excepciones, me parece que están todas buenísimas y son todas bastante pelotudas.
... (Hay como 4 que fueron madres a los 21).
... no tengo obra social.
... ordené el escritorio. Todavía está desordenado.
... quiero irme a mi casa, pero tampoco me está matando estar acá.
... hablo con mi amorcito. Eso me hace muy feliz.