viernes, 6 de agosto de 2010

Un día radical.

El día de ayer fue... Atareado. No tanto por la cantidad de cosas que hice sino por la poca cantidad de tiempo que tuve entre cada una de ellas. Digo poco por no decir nada de tiempo.

Arranqué luchando contra el despertador desde las seis de la mañana, adelantando la musiquita de a cada diez minutos para retrasar lo más posible mi levantada. Finalmente, siete menos cinco, me levanté para preparame un café, lavarme la cara y los dientes y abrirle la puerta al gasista a las siete y cuarto, que venía a arreglarme el calefón. El señor parecía estar completamente despierto e insistía en entablar una conversación conmigo. Me limité a escucharlo, taza en mano, pijama con lechuzas puesto, asintiendo o negando con la cabeza.

A las once de la mañana llegué a la facultad, tuvimos una charla con un periodista porque nuestro próximo práctico es diseñar un diario. Eso estuvo bien. De ahí me fui directo al trabajo. Ahí todo estuvo tranquilo, exceptuando que a las cuatro y media vino el chico de la casa de computadoras a arreglar por decimonovena vez el servidor, cosa que interrumpió y dejó inconclusos todos nuestros trabajos. Velozmente me puse las calzas (si si, CALZAS) y las remeras y me fui a la clase de danzas que, si bien estuvo bastante exigente físicamente, me divirtió cantidad.

Pero al volver caminando a mi casa a las ocho de la noche, una sorpresa me esperaba en la puerta de mi casa. Ruido de bombos, escenario, micrófono y algún que otro petardo. Y, por sobre todas las cosas, la marcha radical.

Aclaro de antemano que no tengo nada contra ningún partido político, basicamente porque no tengo mucho interés en política en general. Si este acto hubiese estado a cargo de los peronistas o del partido ecológico, estaría escribiendo lo mismo.

Vivo al lado de la sede de la Unión Cívica Radical. Mientras pedía permiso para poner la llave en la reja de entrada al edificio recordé que habían dejado unos papeles en todas las casas de la cuadra informando sobre este acto. Lo había olvidado por completo. En el momento en que estaba llegando a la puerta, comenzó a sonar el himno nacional. Me sentí completamente desorientada.

Los discursos se sucedieron uno detrás del otro, vociferados frente al micrófono y amplificados de tal manera que parecía como si el mismísimo Ricardo Alfonsín estuviese dándolo desde mi balcón o, incluso peor, desde mi propio living.

A las diez de la noche terminó el acto pero los ruidos del desarme del escenario continuaron hasta las doce. Una vez que terminó todo y pude envolverme en el silencio de mi cama intenté dormirme, pero los bombos de la marcha radical continuaron resonando en mi cabeza hasta alrededor de la una y media de la mañana.

¡Disfrútenla!

4 comentarios:

Levedad dijo...

Gracias!

:)

Mariano dijo...

Hice la secundaria al lado de un comité radical. La comprendo infitamente.

¿Así que tiene que armar un diario?
Cualquier cosa que necesite o duda que tenga, peguemé un chiflido, capaz puedo ayudarla con un poco de info.

Anónimo dijo...

Yo pensaba que los de los bombos eran los peronistas. Es más, a los radicales los asocio con otro instrumento de percusión: las cacerolas.

Juan Carlos Partidas dijo...

Aunque estoy seguro de que aquello de "pobreaburrida" es sólo un sobrenombre y no la realidad, me gustaría invitarte a visitar mi blog de humor gráfico: http://elrechiste.blogspot.com/

Ojalá te guste y cuente con tus visitas de vez en cuando.

Saludos.