miércoles, 17 de febrero de 2010

Mea culpa

Soy una persona culposa. Culposamente pesada y pesadamente culposa. Por la misma razón soy también muy perdonera. Paso al lado tuyo y te piso: pido perdón. Se me cae un vaso: pido perdón. Le puse mucho fernet a la coca: pido perdón. No te atendí porque no tenía batería: pido perdón. ¿Por qué? Porque todo es mi culpa. Porque si te contesto mal, no importa el estímulo: es mi culpa. Porque si se corta la luz y no terminé un trabajo: es mi culpa. Y si estás de malhumor y me contestás mal y yo no hice nada, muy probablemente sea también mi culpa.

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Hace 2 años, en unas sesiones de reiki, logré definir que sentía culpa y que era adicta a ella. ¡Es verdad! Soy una verdadera culpainómana. Es como... Un masoquismo psicológico. "Perdón" zassss! Un latigazo... "Perdón" zasssss otro latigazo.

Y un día, entre latigazo y latigazo... Me di cuenta que me estaba flagelando por culpas... No sé si decir ajenas, no quiéro echárselas en cara a nadie, pero estoy segura que no eran mías. Y empecé a preguntarme el por qué de esas culpas... Una gran parte, claro que sí, por acostumbramiento. A quienes les interese la física cuántica etc etc etc entenderán el concepto de adicción de otra manera. Esa adicción a un sentimiento, que puede tranquilamente darse por acostumbramiento, genera un sentimiento que a su vez afecta nuestro entorno: nosotros hacemos nuestra propia realidad. El circuito es simple: estoy acostumbrada a sentirme culpable, necesito sentirme culpable, genero situaciones o las transformo para sentirme culpable, consumo culpabilidad, aumenta el umbral de culpabilidad para poder sentirme satisfecha, necesito reconfigurar mi entorno para conseguir más culpabilidad and so on, and so on...

Pero... ¿qué pasa si digo basta?

El caos, claro. Como en una fila de gente que va caminando por la calle: cuando tropieza el primero se va todo el resto a la mierda y agarrate Catalina cuando tengas que explicarles a todos que se cayeron porque decidiste "Basta".

Decir basta implica, más que seguridad o coraje, mucha espalda para bancarse la fila india chocando contra uno. Es de repente darse vuelta y decirle a los ocupantes de la fila (adicciones, necesidades, entornos, energías, reconfiguraciones, mecanismos): "¡Váyanse a la reputa madre que los parió!" sin en más mínimo decoro.

Yo, a decir verdad, todavía no pude hacer el parate final, todavía no pude. Pero de a poco hago pequeñas paradas sorpresivas para sacudir todo cuando creo que los viajeros están volviendo a acomodarse en su lugar. Para que molestándolos un poco dejen de molestarme a mí. Y, a decir verdad, tuve suerte: hay un par que ya se bajaron.

1 comentario:

Pablo Zweig dijo...

Gracias por el comment, muy buenos tus textos, saludos: PZ