jueves, 24 de julio de 2008

Me pongo las piletas - Libros infantiles

Me olvido que tengo este blog. Malísimo. A no olvidarse.

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Me siento como Alice en el cápitulo que tiene que buscarse algo interesante para contar en su programa de radio (The L Word - Temporada 3). "If you give a fucking pig a fucking pancake".

Cuando era chica me gustaba mucho leer. Con mi papá, los domingos a la mañana, nos tirábamos en su cama a leer, él con su libro apoyado en la panza grande y yo al lado, con las patitas cruzadas en pijama. Mi papá leía a Tom Clancy y yo a Elsa Bornemann.

Muchos libros me gustaron cuando era chica. Había uno en especial que me compró mi mamá en una lectura en una biblioteca, que se llama "Teodo", de Graciela Montes. Trata sobre un odo inventor que es muy pero muy tímido. Y todos los bichitos siempre lo veían ir y venir, muy raro, llevando y trayendo cosas raras. Al final se enteran que Teodo estaba así de raro porque estaba inventando cosas tales como un atador de cordones para ciempiés y un desenredador de telarañas. Me gustaba mucho porque Teodo es muy lindo y porque es una historia muy dulce. Sin villanos ni problemas, sólo un poco de timidez.

Teodo

Otro libro que me gustaba mucho es Miss Rumphius, de Barbara Cooney. Es un libro que me regaló una amiga de Estados Unidos cuando era muy chica. Trata de una nena que una vez le dice a su abuelo que, cómo el, iba a viajar por todas partes y luego, al envejecer, iba a vivir en una casa junto al mar. Al oír esto, el abuelo le dijo: "Eso está muy bien, pequeña Alice. Pero hay una tercer cosa que tenés que hacer. (...) Algo que haga el mundo un lugar más bello". Entonces, Alice viajó por todo el mundo y, cuando envejeció, se compró una casita al lado del mar. Un día, luego de recuperarse de una enfermedad grave, salío a caminar por la isla donde vivía y se dio cuenta que muchas de las semillas de lupinas que había plantado hacía un año en su jardín, y que tanto la habían alegrado mientras estuvo enferma, habían sido trasladadas por el viento al otro lado de la colina. Ahora había unas bellas flores alegrando el paisaje. Entonces decidió plantar semillas por toda la isla. Había conseguido hacer eso que su abuelo le había pedido. Había encontrado una forma de hacer el mundo más bello.


La portada del libro "Miss Rumphius"

Creo que lo que más me gustó (y aún me gusta de esta historia) es que te ayuda a comprender que, hacer las cosas mejor, no cae sólamente en tus manos. Pero sí que, al menos, hay pequeñas cosas que podemos hacer para que el mundo sea un lugar más bello.

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