martes, 23 de febrero de 2010

Me enferma...

... la gente que pasa con el auto con el semáforo en rojo. Lo detesto, realmente, me levanta fiebre. ¿Por qué lo hacen? Lo peor es que cada vez se ponen más y más pelotudos: ahora no sólo lo hacen sino que lo hacen EVIDENTE. Yo sé que hay peatones que cruzan como el orto y se comportan como la mierda. Pero yo no, yo soy una buena peatona, entonces me tomo el derecho. La luz amarilla es hoy día una simple decoloración de la verde y pareciera que ahora la luz roja otorga de 5 a 10 segundos para que la gente siga andando... Me enferma... Incluso recordarme parada como una idiota con la luz a favor esperando que esos imbéciles frenen (pedir que frenen detrás de la senda peatonal es un lujo) me revuelve el estómago. A veces tengo miedo porque un día me voy a tirar abajo del auto para que tengan una real razón para rajar a esa velocidad y desacato... Como aquel tipo que me tiró el auto encima con la luz roja para él y le golpeé el capó a la voz de "Epa epaaa! La prioridad es del peatón!!".

domingo, 21 de febrero de 2010

Disfrutando del nuevo hogar

¡Qué lindo es mudarme rápido y darme cuenta que ÉSTA es mi casa!
Pobreaburrida: disfrutando de su nuevo departamento con hermosos ventanales. ¿Lo mejor? SOY PROPIETARIA.

jueves, 18 de febrero de 2010

¿A veces me pregunto...

... si la gente que entra este blog piensa que aspiro a dedicarme a la escritura?

Puedo aliviarlos: no, no pienso dedicarme a la escritura. Escribo para no hablar tanto... O para hablar un poco más.

miércoles, 17 de febrero de 2010

Mea culpa

Soy una persona culposa. Culposamente pesada y pesadamente culposa. Por la misma razón soy también muy perdonera. Paso al lado tuyo y te piso: pido perdón. Se me cae un vaso: pido perdón. Le puse mucho fernet a la coca: pido perdón. No te atendí porque no tenía batería: pido perdón. ¿Por qué? Porque todo es mi culpa. Porque si te contesto mal, no importa el estímulo: es mi culpa. Porque si se corta la luz y no terminé un trabajo: es mi culpa. Y si estás de malhumor y me contestás mal y yo no hice nada, muy probablemente sea también mi culpa.

Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Hace 2 años, en unas sesiones de reiki, logré definir que sentía culpa y que era adicta a ella. ¡Es verdad! Soy una verdadera culpainómana. Es como... Un masoquismo psicológico. "Perdón" zassss! Un latigazo... "Perdón" zasssss otro latigazo.

Y un día, entre latigazo y latigazo... Me di cuenta que me estaba flagelando por culpas... No sé si decir ajenas, no quiéro echárselas en cara a nadie, pero estoy segura que no eran mías. Y empecé a preguntarme el por qué de esas culpas... Una gran parte, claro que sí, por acostumbramiento. A quienes les interese la física cuántica etc etc etc entenderán el concepto de adicción de otra manera. Esa adicción a un sentimiento, que puede tranquilamente darse por acostumbramiento, genera un sentimiento que a su vez afecta nuestro entorno: nosotros hacemos nuestra propia realidad. El circuito es simple: estoy acostumbrada a sentirme culpable, necesito sentirme culpable, genero situaciones o las transformo para sentirme culpable, consumo culpabilidad, aumenta el umbral de culpabilidad para poder sentirme satisfecha, necesito reconfigurar mi entorno para conseguir más culpabilidad and so on, and so on...

Pero... ¿qué pasa si digo basta?

El caos, claro. Como en una fila de gente que va caminando por la calle: cuando tropieza el primero se va todo el resto a la mierda y agarrate Catalina cuando tengas que explicarles a todos que se cayeron porque decidiste "Basta".

Decir basta implica, más que seguridad o coraje, mucha espalda para bancarse la fila india chocando contra uno. Es de repente darse vuelta y decirle a los ocupantes de la fila (adicciones, necesidades, entornos, energías, reconfiguraciones, mecanismos): "¡Váyanse a la reputa madre que los parió!" sin en más mínimo decoro.

Yo, a decir verdad, todavía no pude hacer el parate final, todavía no pude. Pero de a poco hago pequeñas paradas sorpresivas para sacudir todo cuando creo que los viajeros están volviendo a acomodarse en su lugar. Para que molestándolos un poco dejen de molestarme a mí. Y, a decir verdad, tuve suerte: hay un par que ya se bajaron.

miércoles, 10 de febrero de 2010

Una semana de mierda.

Cuando uno dice "Una semana de mierda" no es necesario que la semana tenga precisamente siete días ni tampoco que sea tan dramáticamente de mierda. Una semana de mierda es más como un período de mierda... Un suceder de días característicamente pedorros. Una semana de mierda puede o no abarcar todos los aspectos de tu vida. Pero ojo, no por abarcar menos aspectos de tu vida es menos mierda. Tampoco tiene que ver cuánto influya en el humor de uno: aunque no nos sintamos como la mierda, no pierde su característica de mierda.


A veces una semana de mierda son cuatro días con dolor de cabeza, a veces son al menos dos comidas quemadas. Otras veces es la llegada de una duda que creímos que había sido disuelta. Incluso puede depender netamente de tu trabajo. Una semana de mierda es un huésped no invitado que viene a quedarse cuanto, como y donde quiere.

Hoy termina una semana de mierda en el trabajo. Hoy cierra una semana realmente pedorra. Este es un caso de esos en que tu vida personal está intacta, tu cuerpo se siente bien y te divertís muchísimo con tus compañeros de trabajo pero, en sí misma, la semana laboral es una tremenda cagada. Paso un pequeño parte de la susodicha:


Lunes
Llegué a la oficina, para variar, completamente dormida. De manera automática me acomodé en el escritorio, prendí la computadora y empiecé a sentir algo en los brazos... Cuando miro para ver que estaba pasando descubro una pequeña hormiguita colorada subiendo muy pancha hasta mi hombro. Automáticamente me despabilé sólo para ver que en realidad el escritorio estba lleno de sus amiguitas, así como también los de mis copañeras. ¿Solución? Dosis insalubres de Raid. El mismo día, vino el electricista para solucionar un problema que estábamos teniendo desde la semana anterior que son las bajas de tensión. "Chicos, hoy viene el electricista a arreglar la luz, así que va a cortarla una vez durante 15 minutos". Ni una vez ni 15 minutos. Si bien el que no haya luz significa que estamos básicamente al pedo, significa también que se nos acumula trabajo que luego vamos a tener que resolver simultáneamente con otros.

Martes
El día arrancó normal, sin ningún acontecimiento extraño. Todo funcionaba de maravillas cuando se produjo un nuevo corte de luz. Estábamos sorprendidos, ya que el día anterior había venido el electricista para solucionar exactamente eso. De todas maneras, nadie se quejó mucho. Salimos a fumar un pucho, felices de tener un poco de tiempo al pedo. En ese mismísimo instante fue que descubrimos que la electricidad de la fase a la cual están conectadas las computadoras había regresado a funcionar. Fue así que terminamos trabajando a oscuras y sin aire acondicionado. Para agregarme molestias (chinchuda como soy) pobreaburrida era la única que, para la altura del corte de luz, no había almorzado. Acción que nunca llegué a concretar porque, obviamente, todo lo que había para comer estaba congelado y el microondas no tenía cómo andar (para los que se hagan los vivos y se pregunten por qué no usé el horno, aclaro que el mismo funciona para el reverendo ojete).


Miércoles
El miércoles llegamos todos con la cola entre las patas, abanicos en mano y bien fresquitos, completamente predispuestos a soportar los caprichosos vaivenes del suministro energético pero no. No se cortó la luz en toda la mañana. Lo que se cortó fue internet. Todo el reputísimo día internet fue y volvió a su pedorro antojo, cortando las comunicaciones, cerrando el msn, arruinando autorizaciones y, básicamente, haciéndonos perder el miserable, pegajoso y fastidioso tiempo que teníamos. (De hecho, comencé a escribir este post ese día pero, como internet me fastidió impunemente, abandoné la tarea para el día siguiente). Finalmente a la tarde se cortó la luz pero, esta vez sólo la fase de las computadoras, así que pudimos comer en paz y también podríamos haber charlado en los escritorios de no haber sido por las reputísimas hormigas que volvieron aparecer.


LA REPUTÍSIMA MADREEEEEE!!!! (En breves explico el exabrupto)


Jueves
El jueves, sinceramente, ya no sabíamos que mierda esperar. Si fuese por los empleados, que se hundiera la puta oficina en un pozo y que nunca pero nunca más volviéramos a salir de allí. Obviamente se cortó la luz reiteradas veces, primero la fase de las computadoras, después la fase del aire acondicionado, algún que otro empleado quedó cagando a oscuras en el baño que no tiene ventana... Finalmente se produjo el corte final en que, visto y considerando que no podíamos hacer nada de nuestros trabajos, nos solidarizamos con nuestra compañera y nos pusimos todos juntos a emprolijar, ordenar y archivar un aproximado de 250 planillas de socios. De más está aclarar que el calor era insoportable y que tuvimos que refrescarnos con un abanico que nos pasábamos de mano en mano. Ese mismo día le hicimos un pequeño ágape de despedida a una ahora-ex-compañera y, completamente transpirados y descompensados, nos reunimos en una oficina de dos por dos a comer sánguches de miga derretidos y a empedarnos rápidamente con fresita.

Viernes
Para esta altura, debo reconocer que ya estábamos esperando el corte de luz. Era algo que nos parecía natural, normal, aceptable. Obviamente hubo un solo corte de luz y fue en el momento en que estaba escribiendo este post (de ahí el exabrupto presentado unas cuantas líneas arriba). Vale aclarar que intenté escribir cada día desde el Miércoles y siempre me interrumpió un corte de luz. La calidad del mismo se ve entonces comprometida por la fragmentación.

La realidad es que hoy, Lunes 15 de Febrero, la semana de mierda es un punto en la lejanía. Leo y releo el post para corregirlo y no entiendo por qué me afectó tanto. A veces no sabemos muy bien qué es lo que nos afecta de una semana de mierda y, en muchos de esos casos, la semana se encarga de tapar o postergar ciertos pensamientos a los cuales no queremos dedicarles tiempo. Lo importante es saber y recordar que siempre, pero siempre, habrá algo o alguien que le dé un fin a esa semana de mierda. Ya sea el viernes, ya sea el domingo, el próximo lunes o un mismísimo miércoles. ¡Arriba los corazones! No hay semana de mierda que pueda con nosotros.

domingo, 7 de febrero de 2010

Mi amigo el tampón.

Para las mujeres, la relación con el tampón suele ser complicada desde el comienzo. La mayoría (no todas, aclaro) comienzan a utilizarlo antes de las primeras relaciones sexuales, por lo cual el primer tampón vendría a ser algo así como el primer amor, el primer novio/novia a quien le entregamos nuestra parte más pudenda para que entre en nuestro organismo... Con el factor anti-romanticista generado por el hecho de que, a fin de cuentas, no es más que un puñado de algodón apelmasado.

El primer tampón fue, en mi caso, una necesidad terrorífica (y también fue un poco vergonzosa). En el baño público de un complejo de campo de la ciudad de Villa Carlos Paz, asistida por una amiga desde afuera (con experiencia en el tema, claro) preguntándome "¿Y? ¿Todavía lo sentís? Porque si todavía lo sentís tiene que ir más adentro". La sensación fue horrible... Introducirme una bala de algodón con un hilo espantoso no me producía ninguna simpatía, pero quería disfrutar de las actividades acuáticas y al reputísimo Andrés se le había ocurrido venir justo al comienzo de mi viaje.

Lo cierto es que una vez que las mujeres logramos reconciliarnos con la invasión de ese apósito que se plantea como nuestro enemigo, el tampón se vuelve nuestro gran aliado. Nos ofrece una comodidad nunca antes conocida, una higiene que ningún otro apósito femenino presenta. Es un secreto que sólo la portadora conoce. Es un pacto silencioso, insensible: no lo sentimos pero sabemos que está. Cómo esos amigos incondicionales que, aunque no los veamos hace dos meses, están siempre para cuidarnos, querernos y amarnos. Y vamos felices, de acá para allá, con nuestra cajita de O.B. en el bolso sabiendo que ante una emergencia femenina, tenemos un amigo que nos acompaña (además pueden usarse para frenar sangrados de nariz y heridas de bala. ¿Cómo te quedó el ojo?).

Pero como toda amistad, hay un momento en el que la relación sufre un quiebre importante. Igual que sucede con esos amigos sobre los cuales creemos conocer todo, el tampón, en cierto punto, revela un secreto escalofriante muy determinante para la relación.

Generalmente, el cable informativo llega de la mano de una tía, una amiga o hasta incluso una abuela y dice más o menos así: "¿Sabías que a la amiga de la prima de la sobrina de la vecina de Pocha le pasó que se olvidó que tenía un tampón puesto y se puso dos al mismo tiempo?"

A partir de ese momento TODO cambia. Cada vez que vamos al baño a cambiar el tampón dudamos sobre si tenemos o no otro colocado. Aún así nos hayamos sacado el tampón cinco segundos antes, al momento de abrir el precinto de seguridad del nuevo amigo se instaura una sensación paranoica que nos obliga a recorrer mentalmente cada paso hasta ese punto, revisar tachos de basura para chequear su desecho y, en casos extremos, a tomar posiciones contorsivas y ejercer la auto-invasión con tal de quedar tranquilas y satisfechas.

Es una realidad que, a medida que pasa el tiempo, el fantasma va desapareciendo y volvemos a aquellos felices días de salidas codo a codo con nuestro preciado compiche a piletas, bares y cuánta actividad se nos presente. Pero de vez en cuando, muy de vez en cuando, recordamos a la amiga de la prima de la sobrina de la vecina de Pocha y nuestro ceño se frunce. Y miramos al tampón con un poco de duda, como al amigo que nos mira sonríente cuando sabemos que detrás de esa sonrisa se esconde un secreto de esa calaña que nunca pero nunca se dignó a contar.


viernes, 5 de febrero de 2010

Indecisa.

Estoy indecisa. No sé si escribir sobre la mutación laboral o el episodio del WC. En caso de elegir la mutación laboral, no sé si escribir todo con nombres y apellidos o abstraerlo y generalizarlo. Si elijo el episodio del WC no sé si hacerlo con las palabras guarangas o con sus versiones diplomáticas. Perfecto. Esto significa que voy a tener que sortear. Primero, cuál de las dos ideas y luego la versión. ¿Escribano?
Idea: WC.
Versión: Guaranga.

Genial.

EL EPISODIO DEL WC: el dedo acusador.

Hay algo que sucede prácticamente en todos lados pero que causa mayores estragos en el ámbito laboral. ¿Por qué? Porque en el ámbito laboral no hay tanta confianza. Me refiero a la clásica situación del Tereso inesperado.

¿A quién no le sucedió que entró a un baño público y se encontró con un sorete flotando en el inodoro como pez en el agua? ¿Qué se hace en esa situación? O se cambia de baño o se tira la cadena. ¿Qué se hace cuando se entra al baño de la casa de una amiga y nos encontramos con la misma situación? Tiramos la cadena, desodorante de ambientes para que no piensen que fuimos nosotros y, a lo sumo, si existe una real necesidad de contarlo, se lo comentamos a nuestra amiga, aunque no sirva de nada. Pero estamos de acuerdo que en la mayoría de los casos, tiramos la cadena.

Pero en el trabajo... En el trabajo es más complicado. Si bien tiramos la cadena, comentarlo implica la posibilidad de ofender al jefe o a nuestro compañero que ceba los mejores mates. Comentarlo puede delatar al único que dice que no caga. Comentarlo puede desatar una inquisición en la que todos acusan a todos con tal de librarse del sorete huérfano que los llama desde el baño.

Por eso NUNCA voy a entender la reacción de mi compañera de trabajo que, divina ella, la adoro, pero wow a su poder de resolución. Voy a sustituir su nombre por el de Rita porque... No hay necesidad de deschavar a nadie.

Rita: (volviendo del baño al cual dijo que iba a ir 30 segundos atrás) Ehm....
Pobreaburrida: ¿Qué pasa Rita?
Rita: Ehm.......
Pobreaburrida: ¿Rita?
Rita: Hay un regalo...
Pobreaburrida: ¿Un regalo?
Rita: (completamente paralizada) Un regalo... en el... no se fue... a alguien... en el inodoro... no anda...
Pobreaburrida: Claro, no anda bien en el inodoro. Cuando terminás de apretar el boton chequeá que la sopapa...
Rita: No... Ehm...
Pobreaburrida: (comprendiendo, al fin, a la paralizada rita) ¡Aaaahhh! ¿Hay caca en el baño? ¡Apretá el botón!
Rita: Ehhhhhh.... Maríaaaa.... (y se retiró a hablar con María).

Querida Rita:

1) ¿Taaaaaaaaaan terrible era ese sorete que no pudiste atinar a apretar el botón del inodoro?
2) En el caso de que hayas "tirado la cadena" y el tanque haya estado vacío por el desperfecto que sufre el inodoro, ¿taaaaaaaaaaan horrible era ese tereso que no pudiste esperar cinco minutos a que cargara la mochila?
3) ¿Qué fue lo que te generó el shock emocional? ¿El sorete en sí? ¿Su olor? ¿La idea de que podía pertenecer a nuestra jefa?
4) ¿Para qué mierda viniste a balbucearnos sobre el sorete? ¿Querías que te ayudáramos? ¿Querías descubrir al culpable?
5) Independientemente de quién haya sido: ¿de qué carajo te sirve venir a indagar? ¿Realmente creés que alguien va a decirte "Perdón Rita, fui yo"?

Obviamente YO fui quien se levantó de su escritorio (un poco resignada, claro) y fui al baño a cargar la mochila del inodoro para encontrarme con una pequeña y tristísima caquita flotando alegremente en el agua estancada. Apreté el botón y soretín siguió su camino al más allá del mundo de las cloacas. Y ese fue el fin de la historia.

Hay cosas que no comprendo. Yo entiendo que cagar nos da pudor en amplios espectros, a mi también me pasa. No digo que tengamos que andar cagando por doquier, tirarnos pedos en la cara de nuestros padres y ventilando nuestros excrementos por la calle siete. Pero che, era un soretito en el inodoro, no una bosteada sobre tu carpeta control del Banco Provincia.

miércoles, 3 de febrero de 2010

Acabo de guardar una entrada en los borradores porque... Porque me dio paja escribirla. (Para quienes les extrañe esto que digo, con paja me refiero al desgano, a la "fiaca", no a su significado sexual ni a lo que techa la choza de María Azucena). Paja por el solo hecho de generar algo escrito en base a una idea que estaba buena pero carecía de la fuerza necesaria para vencer a la paja. Paja de domingo aburrido sin frío ni calor ni ganas de salir de la casa. Paja de esas que te dejan sentada de corrido quizás hasta cuarenta minutos sin hacer nada... Nada de nada. Ni siquiera prender el televisor para ver el programa mas pedorro o la mejor película de tu vida. Tampoco poner música, porque ni siquiera hay ganas para elegir una puta carpeta entre las ciento sesenta y cuatro que te bajaste en mp3 porque "así tengo un poco de todo".

Paja. Lisa y llanamente PAJA.

Y bueno... Qué se le va a hacer...