Llamar para pedir algo por teléfono, me crispa un poco los nervios. No porque me moleste pedir cosas por teléfono, no porque me alteren los malos entendidos de pedidos sino por la pequeña comezón del cierre de la conversación a la voz de: "Muchas gracias señora, ya se lo envíamos".
Señora. Señora. Veintitrés años y ya soy "señora". Entiendo y acepto este trato por teléfono, reconozco que el vendedor no me está viendo la cara y que mi voz puede sonar mucho más grave que la mayoría de las veintitantas que hay dando vueltas.
Ahora, que una gila de Burguer King, que claramente tiene seis años más que yo, me entregue mi pedido y me diga "Acá tiene, que lo disfrute", cuando claramente me está viendo en la puerta de mi casa, en musculosa, pantalón de pijama rosa con lechuzas, y claramente puede advertir que NO soy una señora, me indigna.
Señora las pelotas. Señora decile a la amiga de tu mamá cuando la saludes para el día de la madre.