jueves, 19 de agosto de 2010

Llegó el jueves...

Tengo todos mis horarios acomodados de manera tal que, excluyendo cambios improvisados del trabajo, mi fin de semana empieza el jueves a las ocho de la noche y termina el lunes antes de irme a dormir. Ustedes dirán "no entiendo de qué te quejás". Aclaro: no me quejo.

Lo primero que tienen que entender es que nunca, pero NUNCA, fui muchacha de pocas actividades. Desde pequeña me vi involucrada en actividades extra escolares, principalmente artísticas y muy pocas de índole "física". Incluso el año pasado, en el que cursé sólo una materia de la facultad, me las arreglé para atiborrar mi grilla horaria de manera tal que el tiempo libre era poco.

Este año decidí que, sin importar la cantidad de actividades que iba a realizar, todas iban a ocupar no más de cuatro días de la semana. Logré hacerlo en tres. En el acotado período entre el martes y el jueves logré ubicar:

Taller 3 (facultad) - dos clases semanales de tres horas cada una.
Tecnología 3 (facultad) - teórico y práctico en cuatro horas semanales.
Trabajo (acotadísimo) - siete horas semanales (mínimo, aunque poco usual).
Teatro (es un placer pero ocupa tiempo) - una clase semanal, tres a cuatro horas.
Danzas (otro placer) - dos clases, de una hora y media cada una.

A todo esto hay que sumarle el tiempo de reunión para trabajos prácticos: prácticamente hago malabares para intentar encastrarlos dentro de estos tres días, ya que por nada del mundo quiero ocupar mis días de fin de semana extra, ni hablar en el fin de semana per sei. Aclaro que tampoco es que me rasco el higo lunes y viernes, los aprovecho para realizar trabajos de diseño freelance, salir a comprar las cosas para arreglar mi casa, limpiar, lavar ropa, aprender textos para teatro, etc.

Esta semana sufrió todos los coletazos de la semana anterior, catastrófica por ser la "vuelta al cole" después de unas vacaciones relajadísimas puerta adentro. Caos en el trabajo, nuevos prácticos bien pesados y los dolores musculares, que una pensaba que luego de un mes y medio de clases de danzas iban a pasar. Para que comprendan, creo que si saco un promedio del lunes a la noche al jueves a la mañana, dormí cuatro horas y media por día, cosa nada buena en mi persona, que necesito al menos seis para saludarte con una sonrisa.

Pero hoy llegó el jueves y nada importa más. Hay sol, hay buena temperatura y, lo mejor de todo, me las arreglé para no atrasarme en mis tareas, para llegar limpia al jueves a la noche. Si hoy, a las ocho de la noche, sienten un cosquilleo detrás de las orejas, soy yo que desde mi casa estoy gritando bien fuerte: ¡FELIZ FIN DE SEMANA!

3 comentarios:

Mónica Pavón Mardones dijo...

Te envidio profuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuundamente.

Mar dijo...

Jajaa que buenooo, el mío empieza mañana al mediodía =) bah relativamente porque tendré que seguir haciendo cosas... u.u

Anónimo dijo...

Ah, no! Yo quiero ser vos.