Soy la consentida de América. Bueno, o al menos supe serlo en algún momento de mi vida (porque ahora, cada día más, me voy convirtiendo en un bicho extraño para mi familia). Hija única, nieta y sobrina única durante seis años, tuve todo lo que quería, en particular de mis abuelos, que me dejaban patinar con rollers adentro de la casa. Seguro que al escribir esto deben estar imaginándose a una nena caprichosa, gritona y mandona. La verdad es que, siendo sincera, era bastante buena. Bastante tranquila, de actividades solitarias, aunque de carácter fuerte. Pero la verdad es que no era una nena problemática.
Debido a que siempre tuve lo que quise, mis padres se encargaron (hoy lo veo claramente) de educarme en el simple pero olvidado arte del agradecimiento. Debo reconocer que de chica y, particularmente, de adolescente, me molestaba bastante que mi mamá me persiguiera a la voz de "Llamá a la abuela para agradecerle", "¿Le dijiste gracias a la tía, que te trajo hasta acá?". Consideraba seriamente que mi madre me creía estúpida, bastante antisocial e insensible. Con el tiempo me di cuenta que si bien yo sentía ese agradecimiento dentro mío, no lo expresaba de manera tal que la otra persona pudiera comprender que estaba agradecida. Peor aún, en algunos casos pasaba por una completa desagradecida.
Por eso, cada tanto (aunque a veces sea cada MUCHO tanto) hago una retribución. Una pequeña devolución. Un regalo. No tiene que ser algo gigantesco y, en la mayoría de los casos no tiene comparativo con la acción inicial. Quizás te cocino una cena porque me viniste a visitar una tarde. Quizás te regalo mi mejor sonrisa porque encontraste esa lapicera que estaba buscando. Quizás te invite a tomar unos mates porque siempre me pasás los apuntes de la facultad. Quizás te regale una muñeca de papel, porque una vez me regalaste un libro. Quizás te haga un dibujo sólo porque supiste regalarme una sonrisa a mí...
Lo cierto que para mí, el momento de la retribución, es un momento casi solemne. Un agradecimiento simbólico (o no tanto). Una forma de decir "acá estoy para vos". Retribución es una recompensa o el pago de algo... Yo no sé si mi moneda alcanza, pero es la que tengo y no tengo ningún problema en dártela.
Así que si algún día te alcanzo una película, te compro un regalito o un atado de puchos, no creas que me siento "en deuda" con vos. No creas que lo hago porque hay que hacerlo. No creas que lo hago para quedar bien. Es mi manera de decir "me importás", "te quiero", "me hacés reír", "me traés buena onda" o simplemente, desde lo más profundo, "gracias".
4 comentarios:
Esa volvio!
El detalle es muy importante, siempre, las boludeces que dicen mucho!
Salute
mi vieja siempre se anticipaba a mi "muchas gracias" con un "como se dice?" jaja me enojaba mucho.
saludos
Pues parece que la semilla de tu madre dio buenos frutos.
Un beso
Estuvimos leyendo tu blog y creemos que dejar un comentario es una buena forma de agradecer el rato de entretenimiento! jaja
Muy bueno todo! te invitamos a pasar por el nuestro
www.vientoenprosa.blogspot.com
Saludos, volveremos
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